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262 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO y, siendo su voluntad, contenta iría al infierno para testimoniarle el amor y estimación divina que le "profeso y se merece por ser quien es. Pero sacri– ficarme sin agradar a Dios, al contrario, ofendiéndole, eso no lo puedo sopor– tar; y como temo que me va a sobrevenir esta desgracia, que sufriré horrores no sólo sin mérito, sino con perjuicio de mi alma y ofensa de Dios todo el tiempo que me detlique a escribir, de aquí que temo el trabajo escriturario más que el infierno. Perdone, pues, que una vez más le suplique que no haga caso de cuanto le tengo dicho y escrito sobre este asunto; al contrario, haga trizas las dos cartas que le escribí últimamente y sepulte en el olvido su contenido, pues si es voluntad de Dios, su Majestad se encargará de manifestárselo directamente, máxime habiendo cumplido yo con mí deber de manifestarle lo que enten– día y tanto me costaba. Si no le manifiesta su voluntad directamente, señal que todo fué una ilusión o tentación del diablo, que quiere llevarme al in– fierno por este medio; y, aunque hubiera tenido alguna parte Nuestro Señor, Dios no quiere la ejecución de todas las obras para las cuales requiere a sus criaturas, sino que muchas veces quiere sólo el consentimiento para galar– donar el propio vencimiento. Quiera mi Dios querido iluminarle y que no se equivoque en un asunto de tanta trascendencia, de cuyo cumplimiento u omi– sión depende mi salvación, que es lo único que me interesa, pues Dios quie– re que me salve, no que me condene, y su voluntad es mi vida y felicidad. 2.-Creo que no le he dicho que no tengo aptitudes para escribir, ni creo poseer ninguna noticia o luz particular sobre la historia divina del Verbo Encarnado. Es cierto que tengo entendido que Nuestro Señor me ha incapa– citado para todas las cosas, excepto la contemplación y escribir lo que en ella aprendo o siento; mas no por esto piense que poseo noticias, etc. Nada, nada. Soy y estoy siempre como el foco de luz eléctrica, que sólo luce y arde miestras corre el flúido, o co1no la luna que brilla con luces prestadas, pues en el momento que se interpone algo en el espacio y me priva de la vista y presencia de mi Dios, me vuelvo tiniebla o tenebrosa, informe, fría y muer– ta. Si estoy careada con mi Dios, nada me cuesta predicar aunque sea veinti– cuatro horas seguidas sin necesidad de preparaciones. Sin mirar a Dios, creo que no podría hablar ni un cuarto de hora. Lo que digo de predicar se en– tiende de orar y de todo. No poseo nada, si algo quiero o debo hacer, los medios me los tiene que dar mi Dios y dejar que corra el flúido divino has– ta que lo termine, pues si corta la corriente, me quedaré a oscuras y en ti•
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