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CARTA CCX, 17 ENERO 1921 259 municaciones y perder el tiempo inútilmente,. porque no me ha dado gracia más que para dos cosas: contemplar y escribir o exteriorizar por la pluma -mis conceptos y sentimientos en la forma posible; que si supone alguna dis– tracción o descenso y atamiento el dar forma a las noticias informes que se comunican, a lo que siento y aprendo en la contemplación e identificación con su vida y operaciones divinas, serán resarcidas ventajosamente. Lo mismo he entendido siempre, y muchas veces después de las comu– nicaciones divinas, al mismo tiempo que repercutía la voz o se me significa– ba que se me había concedido la manifestación celeste por respecto a la gloria del Verbo Encarnado, cuya historia deseo escribir; este Dios Huma– nado y Amado de mi alma se me ha mostrado como un abismo divino que me espera y quiere absorberme en su seno luminoso profundo, y me ha sig– nificado que lo. hará cuando, sin contar con medios humanos, bien informa– da en la fe y esperándolo todo de El, me dedique a escribir. 10.-Y a comprenderá, Padre mío, el miedo con que le comunico estas cosas, pues, aunque baladíes, tienen una trascendencia suma, y- sus. conse– cuencias podrían ser funestísimas, si fueran del demonio y creyéndolás de Dios me mandase escribir. Así que le ruego y suplico que no se dirija por lo que digo, sino lo consulte con Díos y vea lo que procede. Aun en el caso que sea de Dios el impulso que me lleva a escribir, mucho, muchísimo le agradeceré si hace la caridad de pedirle que me lleve por otro camino más seguro, si es de igual gloria para su Majestad; y mientras lo consigue, traba– je para quitarme esta idea tan arraigada en mi alma, pues, aunque le cueste, puede conseguirlo, a no ser que se reproduzca el fenómeno desesperante del 6 de los corrientes, en cuyo estado no es posible vivir, y mucho menos que me santifique, por la completa impotencia a que me reduce para la oración. Ya anteriormente todas las veces que he procurado negar la vocación a escribir, mirarla como cosa del demonio, y me he empeñado o querido hacer propósito de resistir a la obediencia, caso que algún día me obligue, me ha ocurrido lo mismo, como creo recordará la tormenta que pasé en el mes de noviembre y los días que estuve sin poder hacer oración. A este pro– pósito recuerdo que, cuando pedía a Dios que me librase del trabajo éscri– turario, del apostolado de las obras, y me llevase donde viven Enoc y Elías, que prefiero vivir en su compañía hasta el fin del mundo, Nuestro Señor me significó que sí me concedería la contemplación de los santos Patriarcas, pero con la condición de que los imite en la misión que pesa sobre ellos, la

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