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CARTA CCX, 17 ENERO 1921 251 ha agregado el que indiqué ayer, o sea la gloria que espera de mí el Verbo Encarnado y le procuraré escribiendo su historia. 8.-A V. R. le toca examinar si esto último lo ha dicho Dios o lo aña– de el diablo. Lo que yo sé es que siempre, continuamente, repercute en. mi seno esta vocación, y que yo naturalmente, o en cuanto a la naturaleza. no fo quiero, al contrario, prefiero vivir en ocio o reposo absoluto, y así lo pido y deseo, si es de igual gloria para Dios y su Verbo Encarnado, y que temo mucho que me obliguen a escribir, más todavía que por los sacrificios y privaciones divinas, dolorosas, que supone y temo acompañen el trabajo es– criturario, porque temo ofender a mi Dios escribiendo, pues aun en el caso que sea voluntad de Dios que escriba, si no hace un milagro no podré escri– bir misterios tan divinos sin distraerme para buscar los términos humanos con que deben expresarse, lo cual es insoportable y una especie de prisión sumamente penosa, que me impide el cumplimiento de mi vivo anhelo, de la inclinación y fuerza irresistible, que me arrastra a perderme cada vez más en la infinidad de Dios, a la identificación cada vez . más perfecta y luminosa de la inefabilidad e incomprensibilidad del Verbo Encarnado, quien se impone a mi alm11 en su infinita excelencia, admirable, inexplicable e inconcebible, y por esta razón me parece bajo y rastrero (y casi mentira o distinto de la realidad, que entiendo o creo) todo lo que puede decirse de El. 9.-Además temo doblemente ahora que me mande escribir, después de haberme significado que no es voluntad de Dios, pues si llegase a mandarme, creería que lo permite Dios en castigo de mi locura, pues desde junio he lu– chado con la necesidad que sentía de· manifestarle mi conciencia entera– mente, pensando que describirle lo que me ocurría sobre el particular sería el colmo de la locura, pues le proporciono las penosas cadenas con que aprisionarme, martirizarme en el tiempo y después en el infierno, donde me llevará seguramente el trabajo escriturado. Mi mayor desesperación la no– che del 6 de los corrientes y los días siguientes fué pensar que ya no había tranquilidad para mí, pues negar la vocación o impulso que me arrastra al trabajo escriturario y verme alejar de Dios y en peligro de una degrada~ ción moral cada vez mayor y como fuera de los dominios y paternal vigi- ' lancia de. V. R., era todo uno. Quería vivir bajo su dirección sin escribir; me agrada esto sobremanera y me parecía conveniente para mi santificación y felicidad, pero no podía. La dirección me inspiraba desesperación y pare~
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