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CARTA CCX, 17 ENERO 1921' 255 y deseo. Siento neel?sidad de tributarle' adoraciones de valor infinito, y al ver que no es posible, que el Verbo se postre conmigo ante la deífica Huma– nidad para adorarla, me hago eco de los sentimientos que abrigan las tres divinas Personas, del entusiasmo y estimación con que se postrarían a sus pies, si fueran inferiores a ello, y procuro tributarle adoraciones de valor infinito, al, menos en aspiración, en nombre del Verbo, del Padre y del Es- 1 píritu Santo; y como si esto fuera poco, voy a buscar a todos los Angeles y Santos del ,cielo y de la tierra para que le adoren conmigo, especialmente invoco y me adhiero a la Santísima Virgen, a los santos Animales y Ancia– nos del Apocalipsis. En la deífica esposa del Verbo piérdese felizmente mi alma, y en este perdimiento, adherencia y abandono en la deífica Humani– dad, goza mi alma la alta participación del consorcio divino, de las infinitas divinas corrientes que fluyen y refluyen en el seno del Verbo Encarnado, y gusta con viveza las inefables relaciones establecidas entre el Esposo y la Esposa divina. La participación que se me concede es, pues, consecuencia de mi identificación y abandono en la santa Humanidad y con esa en el Verbo; y por esto la estimo y de mil amores proclamo Esposo al Verbo de Dios, es– poso de mi alma unida a la santísima, adorabilísima y deífica Humanidad, mi justicia, mi santidad, mi tesoro, mi todo. Si careciera de la Humanidad de Cristo, si no estuviera a ella unida, no aceptaría el título de esposa, ni creo pudiera hacerlo sin detrimento de la gloria del Verbo, que prefiero a mi honor y felicidad. Todo lo que se rela– ciona con la vida de Dios y de su Cristo, con su gloria, perfecciones y pri– vilegios, me interesn vivamente, me comunica vida, me santifica y constitu– ye mi felicidad, come si para mí no existiera nada fuera de mi Dios y de su Verbo Encarnado, que es mi vida y mi mansión verdad, y como si su glo– ria fuese mi gloria, su vida, mi vida, y así todas sus demás perfecciones. 6.-Y lo extraño e inexplicable de mi vocación, o suma pobreza de espí– ritu, es que sin quererlo ni buscarlo, busco la bienaventuranza de Dios me– jor, muchísimo mejor que si cuidase de procurármela; y en Dios lo poseo todo mejor que en mí, como si estuviera Dios más cerca de mí, más íntimo que la propia vida. Entiendo que soy una de las almas que más ha gozado o participado la beatitud de Dios en este destierro; tanto es así que cuando V. R. en una de sus cartas me preguntaba si deseaba participar la vida feli– císima de Dios y me animaba a procurarla, conociendo la verdad y amando el bien, una respuesta salió del f ond◊" de mi ser acompañada del sentimiento <le no haber correspondido a la participación in~fable que se me ha conce-

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