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250 CORRESPONDENCIA DE LA 'M. ANGELES CON EL P. MARIANO etcétera, etc.; y sintiéndome revestida de energías y vitalidad divinas cada vez que recuerdo a mi Dios Humanado o cualquiera de sus nombres, siem• pre la misma voz me dice y significa que es todo, todo mío, pero que lo es para su gloria, que tengo que escribir su historia. Hoy mismo al leer en la carta de V. R.: «Dios 0 Padre y Dios Verbo y Dios Espíritu Santo te llene del amor al Humanado Verbo", mi alma dió un brinco entusiasta. Me contu– ve, pero mi Dios Humanado se me impuso como sabe y puede hacerlo y mi alm~ se hizo lenguas en su amor, estimación y alabanza; y así he estado hasta las tres, que tomé por esgunda vez la pluma, y todavía continúo. Le aseguro, Padre mío, que hoy hubiese predicado a mi Dios Humanado en to– das las iglesias de Valladolid y del mundo entero sin costarme gran fatiga, sin embargo de encontrarme mal de salud. ¡Tanto tenía que decir y quisie– ra en su alabanza! 5.-Ya he dicho lo que temía y qmsiera sepultar en el olvido. Dígnese ahora mi Dios remediar el yerro o necedad y librarme de la cruz que tanto he temido y temo, si no es voluntad suya, sino que es el demonio quien me arrastra y llama a predicar a Jesucristo contra mi inclinación; pues le digo co; sinceridad que aborrezco todo trabajo escriturario y todo lo que sea hablar, aunque sea de cosas divinas, no porque me falte materia, sino por– que mi vocación es perderme en Dios cada vez más; tanto es así que las comunicaciones divinas que recibo todas se extienden a mi alma no para dejarme donde estoy, aunque sea elevado el lugar, sino para llevarme más allá, más allá, hacia el término sin fin de la infinita bondad y perfección de Dios y de su Verbo Encarnado; y naturalmente me parece bajo y rastrero todos los medios de exteriorizar mi concepto acompañado siempre de la viva aprensión y firme fe de la incomprensibilidad e inefable alteza de los inefa– bles misterios, objeto de mi adoración. 6.-0tro día continuaré la cuenta de conciencia, aunque no será fácil que pueda hacerlo con la perfección que V. R. quiere. Hoy sólo le diré que dentro de mí o en el fondo del alma siento la presencia de los dos abismos incomprensibles que se me impusieron en el mes de agosto y septiembre, o sea los dos inefables misterios de la Trinidad y Encarnación, que son mi vida. Entiendo que mi Dios querido me ha favorecido mucho, por sola su misericordia ha elevado mi alma a la cumbre más alta de la contemplación, pero yo no he correspondido, no correspondo. Soy ingratísima y mi vida no corresponde a la coducta que mi Dios observa conmigo. Esto es tan cierto
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