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236 CORRESPONDENCIA DE LA M, ANGELES CON EL P. MARIANO mero será tal vez obligar a la comunidad a elegir la superiora que le convie– ne y pueda responder mejor a las múltiples necesidades de estas religiosas. 3.-Después de repetidas calladas a las preguntas que me hicieron, me decidí por fin a significarles donde pensaba vivir servidora, o sea que me había ofrecido a la Sagrada Familia en calidad de hospicio o posada para que habiten en mi alma los días que restan hasta la Purificación y huída a Egipto, pues en la cueva no conviene que continúen; que ya les diré que visiten todos los días a las religiosas que eligieron o se han establecido en el p01tal de Belén, quienes deben acompañar al Angel que vela a su puerta y cuidar del buey y de la mula, que no se mueran de hambre. Estaba mal de salud y a última hora me decidí a acostarme a las ocho sin rezar los Maitines. A las nueve y media fueron las religiosas procesional– mente a nuestra celda tocando instrumentos pastoriles en obsequio del Niño Dios y de sus santísimos Padres, cuyas imágenes colocaron en nuestra celda para que me acompañen hasta la Purificación. Las religiosas que se estable– cieron en la cueva, cada una se llevó una figura del nacimiento; una, el buey; otra, la mula; los Angeles, etc. Mientras estuvieron .las religiosas en Maitines y después en la celda dan– do música al Niño Dios, estuve en oración (en cama), una oración más in– tensa y recogida que había tenido durante el día, que ciertamente no fué día de gracias a pesar de la veneración y amor especiales que me merece la fies– ta de la Epifanía. 4.-A las diez se retiraron ·las religiosas, tocando los instrumentos, pero sin hablar, como habían venido. Inmediatamente me sobrevino una tribula– ción horrorosa, desesperante, y desde entonces no he vuelto a actuarme en Dios ni puedo recogerme a pesar de sentir su presencia en mi interior. To– das las veces que intento fijarme en Dios me veo como arrastrada, llevada o transportada donde estoy, no lejos de Dios, pero un lugar de sufrimiento horroroso, que mi alma acepta con resignación y hasta con gusto, pero sin experimentar algún bien, al contrario, paréceme que este sufrimiento me ale– ja de Dios, me sustrae e incapacita para la oración y comunicaciones divinas. Manifestar lo que por mí ha pasado esta noche es imposible, y aunque pudiera hacerlo no lo haría, porque me parece que sería el colmo de la locu– ra comunicar a V. R. las impresiones dolorosas, pues estoy escarmentada y lamento con sumo dolor (y lamentaré toda la vida) el desahogo que tuve con el P. Alfonso hace cuatro años en una tribulación horrorosa, desesperante,

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