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CORRESPONDENCIA DE LA M, ANGELES CON EL P. MARIANO que mi Director debía ser alma de oración y tratarme en Dios y como Dios, y tener yo la misma fe, confianza, etc., que tengo con Dios. Manifesté al P. Alfonso la celeste manifestación, pensando sería él el misterioso guía, para que pusiera los medios requeridos por Dios, pues su intervención se imponía hasta para la parte que a mí me tocaba. Sea que no lo entendiera o porque era otro el Director a quien se refería Nuestro Señor, salí del confesonario como si el P. Alfonso me hubiera echado encima una inmensa masa de hielo, con un sufrimiento desesperante, y mi alma se puso a mirar en todas direcciones para ver si veía al nuevo Guía. En adelante, la dirección del P. Alfonso me fué estorbo más que otra cosa, a pesar de los medios que empleó para aliviar mi situación y serme útil como lo había sido antes. Le hice sufrir mucho al pobrecito; por esto le estoy agradecida y le quiero más ahora que cuando me dirigía con él. Creyó que el cambio era una prueba, pero yo conocía claramente que había terminado su misión. 'Fodo este tiempo que he vivido sin norte, fuera de mi centro, y mirando en todas direcciones para ver al nuevo Guía, no he visto a ninguno fuera de V. R., a pesar de haberlo rechazado como si fuera ilusión. 3.-Ahora que veo confirmado lo que tantas veces he visto en mis relacio– nes directas con Dios respecto al sujeto que ha elegido como medio para co– ·municarse a mi pobre alma, V. R. facilíteme el cumplimiento de los requeri– mientos que le he indicado, y que son los. mismos de siempre, pues ya conoce mis necesidades y aspiraciones. Me considero un edificio en ruinas, y esto le dará a conocer otro aspecto de la cruz que Nuestro Señor le ha impuesto. Mucho tiene que hacer el arquitecto para construir y reconstruir este tem– plo desmoronado, pero no se desanime. Entre las ruinas existen piedras de inestimable valor, y su colocación quizá no le cueste mucho. Mucho tiene adelantado quien tiene materiales para edificar y no tiene que esperar a que se los traigan. Para aliviarle he invitado a los santos Angeles para que le ayuden, especialmente les he encargado que transporten al abismo de la nada el polvo que hay entre los escombros y dejen sólo las piedras sólidas, acriso– ladas. Entiendo por polvo las mil y una imperfeeciones del antiguo edificio .felizmente arruinado para hacerlo más hello. Por supuesto que por culpa mía, no del arquitecto, porque estoy persuadida que en todo he pecado y que las mismas obras huenas que he practicado en toda mi vida, incluso los períodos de más perfección, están llenas de defectos, como le repetí en todas las confesiones que hice en el verano de 1913. Es tarde y no puedo más. No es voluntad de Dios que consulte mis cosas

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