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CARTA CXCII, 9 NOV!EMBUE 1920 181 habla de los dos inefables misterios de la Trinidad y Encarnación, que ocu– pan mi pensamiento y ama mi corazón. Si leo o recuerdo lo que escribió V. R. en el respaldo de la estampa del santo Cristo de Limpias, por el rostro entiendo la historia de la Encarnación, o sea el Verbo Encarnado, a quien hallo en el seno de Dios. Y todo así, a mi modo. Hoy quise recordar la vida de la Santísima Virgen, mi Madre y Protec– tora, para copiar sus virtudes, especialmente sus relaciones con las divinas Personas, y no lo he conseguido sino imperfectamente y después de perder mucho tiempo en un& disipación inquieta del espíritu. Lo propio me acontece cuando me fijo detenidamente en los Angeles, sin embargo, de quérerlos mu– cho, más que la propia vida, y de tenerlos presentes en Dios con una noticia general que me acompaña siempre. El único que no me estorba y cuya pre– sencia se impone a mi alma como necesaria y me ayuda a elevarme, me ca– lienta, recoge, vivifica, etc., es V. R., pues rarísima vez pasarán cinco minu– tos sin que revivan -0 repercutan en mi alma sus cartas en todo o en parte. Lo que me llama también y responde a mi estado presente es la nota de los Ejercicios, o que me dió para los Ejercicios el año 1917, referente a la Tri– nidad y a la Enearnación (2). Se conoce que me llama la _vida íntima de Dios más que ·su trono o gloria extrínseca y sus relaciones con la creación, aunque sea con los bienaventurados. No sé si me explico, pero creo que me entenderá. 4.-Le agradezco muchísimo lo que hace por mi alma y desea hacer. Yo le pido a mi Dios que le recompense tanto amor, celo y sacrificios como le cuesta mi santificación; con frecuencia le ofrezco su alma y la mía para que me prepare, a fin ele que me aproveche su dirección paternal y divina y obre en mí con toda su virtud y eficacia. Mi pensamiento, mi corazón y mi vida paréceme que están en V. R. y con mi Padre en Dios Uno y Trino y en su Verbo Enparnado, e.n María; pues fuera de V. R. yo no veo· ni siento nada cuando me recojo, y me recojo siempre que las obligaciones u ocupaciones exteriores no me absorben, en las cuales estoy violentísima, como fuera de mi centro. Mi unión con V. R. es mayor cada día y más divina, y mayor mi fe, esperanza y cariño. Su humilde y reconocida hija que mucho le ama y venera en Dios y besa sus pies y manos, Sor Angeles. (2) Véase más arriba, pág. 125, nota.

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