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168 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO No sé qué .más decirle. Creo que con lo di~ho basta y sobra para que vea cómo estoy. Aunque parece incomprensible, en el fopdo .del alma poseo como una fuente de gloria que a ·ratos se refleja y manifiesta en una .Paz y alegría inexplicables. Por esto digo con temor que estoy .triste, que sufro, et– cétera, porque mientias lo digo me. sorprende a lo mejor un flúido glorioso que incapacita al alma para sufrir. Tal vez sea esto, porque no acabo de en– trar de lleno en los .dominios del sufrimiento. En estos días de silencio de mi Padre. he repetido la lectura u oración de las cartas que me ha escrito desde el 18 ·de julio. Todas me aprovechan, sin que pueda elegir entre ellas. Me haría interminable si quisiera explicar los ·efectos que me produce su lectura y aun el simple recuerdo de la doctrina que contienen; pero desde el día 3 mi vida está en las que me escribió el 14, 19 de septiembre, así como los días anteriores estuvo en los del 6 y 7 de dicho mes. 5.-La elección del confesor es un conflicto para mí. Son muy raros los sacerdotes saculares que inspiran confianza a las religiosas, especialmente jóvenes; gustan más de los religiosos, pero tropiezo con la. dificultad de en– contrar. uno que se resigne a ser simple confesor, como lo desea la comuni– dad. Lo encomiende a Nuestro Señor para que se digne proporcionarnos el que más nos conviene: Entre tanto, si a V. R.. se le ofrece alguno, no deje de decírmelo. La elección del predicador lo dejaré hasta que venga V. R., y acordaremos lo que más conviene. 6.-A veces siento un deseo vehementísimo de renunciar al cargo de Abadesa para que me. sustituya Sor N., y retirarme yo completamente del comercio humano, hacer vida cartuja. Dígame si tengo que rechazar o cul– tivar este deseo. Confieso que el trato de las religiosas cada día me cuesta más, física y moralmente, tanto que a veces desde que me manifiesta una su deseo de hablarme hasta que la llamo, transcurren dos o tres semanas, y entonces lo hago violentándome mucho. Me parece que tengo más vocación para vivir en el desierto que en comunidad, pues me cuesta tanto la compa• ñía y conversación; y como no tengo virtud para vencer la repugnancia que siento,. omito muchas obligacíones que tengo como superiora. Cada día tengo menos gracia para hablar y obrar, y mi vida se reconcentra en el espíritu y todo tiende a una invisibilidad y retraimiento absoluto o sepultura mística. Ni el celo de las almas me llama mirado por el aspecto activo; alguna vez el apostolado de la oración o súplica, pero más que esto, la amorosa y per– fecta resignación en Dios que lo hace todo en mí. Ni deseos de morir ni de

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