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CARTA CLXXXV, 6 OCTUBRE 1920 la carta. de referencia, mejor dicho, me confirmó en esta convicción que ya tenía. Muchas veces he deseado pedírselo y no sé por qué lo he dejado has• ta hoy. 4,.-Respecto del estado presente del alma no sé. qué decirle; paréceme que he perdido la graóa de hablar, de obrar y también de escribir. El 24 de septiembre se inició en mi alma una tristeza misteriosa, cuya causa ignoro, .pero entiendo que procede de Dios. No es temor, .ni contrición, aunque algo tiene de esto. Es un penar que no. puedo explicar, especie de agonía que tie– ne relación íntima con Dios ofendido, con el Amante divino eternal. ultraja• do y con la divina Víctima del calvario y su historia repetida en el santo monte Alvernia, desde donde me llama mi Dios Humanado, de un modo que no puedo explicar, en compañía de .mi seráfico y llagado Padre, al parecer desde el 13 de septiembre; solamente que entonces no conocí de dónde me llamaba. De tal manera se me impone esta vocación, noticia sustancial (o como se llame), que al presente no hay en la tierra lugar más venerado que el monte Alvernia para mí; tiene más atractivos que el mismo Calvario, y el simple recuerdo me exalta, eleva y enloquece. La noticia o llamamiento se manifiesta a ratos en un gemido amoroso estimativo hacia Dios Humanado volcanizado con los ardores del Divino Espíritu y enclavado en la cruz; mejor dicho, entronizado en el santo ma– dero, y vivo anhelo de identificarme con Nuestro S. Padre. Aunque repre– sada, continuamente siento en mi alma la cotriente de · amor doliente · que me trabaja. Al mismo tiempo gozo la presencia de la Divinidad como gran– deza incomprensible, sin perjuicio de la confianza filial que me inspira y merece; a ratos se presenta inaccesible, Y. un día como vestido de negra ti– niebla. Nó me inspiró temor, pero leí en su aspecto misteriosamente amoro– so y severo que me prepara y reserva cruz y dolor desnudos del. sentimiento que se padece por Jesús, con Jesús, a lo cual yo no llamaría sufrimiento, pues sería apetecible y honroso sobremanera para mí imitar a la divina Víctima del calvario, repetir la historia paciente de mi Dios Humanado. Para que el sufrimiento sea verdadero, .es necesario que mi cruz revista otro aspecto, y que padezca como criminal. A pesar de conocer las amarguras que me ·espe• ran, sentí vivo anhelo de penetrar en el santuario de la divina justicia y su– frir sus rigores. Y éste es mi más vivo anhelo, aunque invoco al mismo tiem– po a la divina misericordia. Los pecados que quiero expiar son todos los de l.a humanidad, aunque entiendo que no soy capaz de sufrir los rigores que reclaman los propios, tantos y tan graves.
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