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98 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO Jerfo y voluntad, le he franqueado todos los senos de mi alma para que im– prima la noción de la nada, y sobre el hlanco telar o vacío completo vaya imprimiendo los divinos misterios, la historia divina y eterna de mi Dios Uno y Trino y de su Verbo Encarnado, que ansío vivamente reproducir. 7.-El sábado 7 fué el día que con más -.iveza sentí mi profunda miseria, mejor dicho, que pude dedicarme a esto con m.ás atención o actuarme en este sentimiento con toda mi alma. Una vez más vi los gravísimos daños que me ocasionó la privación de la dirección de V. R., el eclipse que sufrí en el período que siguió inmediatamente al decreto de prohibición, las muer– tes innumerables que recibí de los confesores y no confesores en lo que t~– nía de más divino mi alma, el descenso, degradación o humanización, muerte de las energías morales o sobrenaturales que me hacían volar en el camino de la santidad, y hasta de los dones y cualidades divinas que me habían sido concedidas con profusión soberana, la suspensión de los dones de sabiduría y entendimiento en largos períodos, especialmente el primero, y, en fin, la núna del templo de la Santísima Trinidad y mi deplorable estado agravado con mi exteriorización, rebeldías y gravísimos pecados que he cometido en este año último, que creo es cuando es mía toda la culpabilidad, pues en los anteriores pudo tener alguna disculpa mi vida ordinaria, natural, humana y mi resistencia a las imposiciones sobrenaturales; pues había visto y oído tanto en contra de mi vida sobrenatural, que llegué a temer que los instin– tos más divinos de mi alma y que me retenían en Dios y me habían repor– tado mayores bienes, eran del demonio, entre ellos mi hambre y sed insacia– ble de mi Dios y mi ansia casi infinita de justificarme más y más en el santo. tribunal de la peniten".:ia. Y si no me he apartado más de este santísimo sa– cramento es. debido a la imperiosa necesidad que siento de frecuentarlo; pero motivos me han sobrado, y aun esta necesidad Dios sabe los disgustos que me ha costado sin embargo de resignarme a confesarme una o dos ve– ces por semana, cuando me parece poco treinta absoluciones diarias. En fin, Padre mío, vi, y lo vi muy claro, lo que me dice V. R. en la carta fecha del mismo día 7, que recibí el 8 por la mañana. Pero tengo que añadir que lo aprendí como justo castigo debido a lo mal que había secundado la direc– ción de mi Padre verdad, su influencia santificadora en el recordado trienio que la gocé. Por esto, considerándome incapaz de reparar los agravios divi– nos y la pérdida de tantos tesoros divinos, me vino el deseo de que mi Padre se arrepienta por mí y haga alguna penitencia, y al efecto traspase a su

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