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614 LUIS DÍEZ MERINO pues estaban de guardia en el Templo; todos contemplaban con terror las señales de la ira de Dios. La Virgen fue a todos los sitios que Jesús había consagrado por su pre– sencia; se prosternó para besarlos y los regó con sus lágrimas; sus compañeras la imitaron. La Virgen se fue del Templo, vertiendo amargo llanto; la desolación y la soledad en que estaba, en un día tan santo, aún contrastaban más con su aspecto en una fiesta como la del día de la Pascua, y hacía más terribles los crímenes de su pueblo. María recordó que Jesús había llorado sobre el Templo diciendo: "Destruid este Templo y yo lo reedificaré en tres días". María pensó que los enemigos de Jesús habían destru– ido el Templo de su cuerpo, y deseó con ardor ver llegar ese tercer día en que la pala– bra eterna debía cumplirse. Amanecía cuando María y sus compañeras volvieron al cenáculo; una vez allí, se retiraron a la estancia situada a la derecha 6 3 • 10.18. El cuerpo de Jesús embalsamado A.K. Emmerick, en la descripción detallada de la actuación de la Madre de Jesús en el cuerpo de su Hijo, muerto, va exponiendo -como si de una fotografía se tratase- la situación en que había quedado el cuerpo de Jesús, y resulta como un resumen de todos los padecimientos físicos de Jesús durante el tiempo que duró su Pasión: La Virgen Santísima se sentó sobre un cobertor tendido en el suelo; su rodilla derecha un poco levantada y su espalda, estaban apoyadas sobre un bulto de ropas. Lo habían dispuesto todo para facilitar a esta Madre, llena de dolor, los tristes honores que iba a dar al cuerpo de su Hijo. La Sagrada cabeza de Jesús reclinaba sobre las rodillas de María; su cuerpo estaba tendido en una sábana. La Virgen Santísima tenía por la última vez en sus brazos el cuerpo de su querido Hijo, a quien no había podido dar ninguna prueba de amor en todo su martirio. Contemplaba sus heridas, cubría de besos su cara ensangrentada, mientras el rostro de Magdalena reposaba sobre sus pies. Los hombres se retiraron a una pequeña hondonada situada al Suroeste del Calvario, a preparar los objetos necesarios para embalsamar el cadáver... Las santas mujeres alargaban vasos, esponjas, paños, ungüentos y aromas, cuando se necesitaban y el resto del tiempo estaban atentas a corta distancia; Magdalena se hallaba siempre a los pies de Jesús; Juan ayudaba continuamente a la Virgen, servía de mensajero entre los hombres y las mujeres, ayudaba a los unos y a las otras. Las mujeres tenían a su lado botas de cuero y un jarro de agua, puesto sobre un fuego de carbón. Ellas presentaban a María y a Magdalena, conforme lo necesitaban, vasos llenos de agua y esponjas que 63 C. López, La amarga Pasión de Cristo, 226-228.
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