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612 LUIS DÍEZ MERINO temiendo por el cuerpo del Salvador. Pero Casio 59 , el oficial subalterno, un hombre de unos veinticinco años, cuyos ojos bizcos y sus nerviosas maneras habían provocado muchas veces la mofa de sus compañeros, fue súbitamente iluminado por la gracia y, a la vista de la ferocidad bárbara de los verdugos y la profunda pena de las santas mujeres, decidió aliviar la angustia de ellas demostrando que Jesús estaba verdaderamente muerto. La amabilidad de su corazón lo empujó a ello, pero, sin saberlo, iba a cumplir una profecía. Cogió su lanza y dirigió su caballo hacia el montículo donde esta la cruz. Se detuvo entre ésta y la del buen ladrón y, cogiendo la lanza con las dos manos, la clavó con tanta fuerza en el costado derecho de Nuestro Señor que la punta atravesó su corazón y salió por el lado izquierdo del pecho. Al retirarla, salió de la herida un chorro de sangre y a,,,aua que mojó su cara como un río de salvación y de gracia. Se apeó, se arrodilló, se dio golpes en el pecho y confesó en voz alta su fe en Jesús. La Santísima Virgen y las santas mujeres, cuyos ojos no se apartaban ni un momento de Jesús, al ver lo que este hombre se proponía hacer con la lanza se precipitaron hacia la cruz, dando gritos para detenerlo. María cayó en los brazos de las santas mujeres como si la lanza hubiese atravesado su propia corazón, mientras que Casio, de rodillas, alababa a Dios, pues los ojos de su cuerpo y los de su alma se habían curado y abierto a la luz. Todos estaban profundamente conmovidos a la vista de la sangre del Salvador que se había depositado en el hoyo de la peña donde estaba clavada la cruz. Casio, María, las santas mujeres y Juan, recogieron la sangre y el agua en frascos y empaparon en ella sus paños... Entonces Juan volvió a la ciudad con las santas mujeres para que María pudiera reparar un poco sus fuerzas y también para coger algunas cosas necesarias para el entierro. La Santísima Virgen tenía un pequeño aposento en los edificios contiguos al cenáculo. No entraron en la ciudad por la puerta más próxima al Calvario porque ésta estaba cerrada y guardada por dentro por los soldados colocados allí por los fariseos, sino por la puerta meridional que conduce a Belén 6°. 10.16. El descendimiento de la Cruz José y Nicodemo contaron a la Santísima Virgen y a Juan todo lo que habían hecho para librar a Jesús de una muerte ignominiosa; y cómo habían conseguido que no rom– piesen los huesos del Nuestro Señor, y la profecía se había cumplido. Hablaron también del lanzado de Casio. En cuanto llegó el centurión Abenadar, comenzaron en medio 59 Era el segundo jefe, que recibió más tarde el nombre de Longino. C. López, La amarga Pasión de Cristo, 186. 6 ° C. López,La amarga Pasión de Cristo, 206-209.
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