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610 LUIS DÍEZ MERINO 10.13. Cuarta palabra de Jesús en la Cruz Sobre el Gólgota las tinieblas produjeron una terrible impresión. Al principio los gritos, las imprecaciones, la actividad de los hombres ocupados en levantar las cruces, los lamentos de los dos ladrones, los insultos de los fariseos, las idas y venidas de los soldados, la marcha tumultuosa de los verdugos emborrachados habían disminuido su efecto. Pero conforme las tinieblas aumentaban los circunstantes estaban más pen– sativos y se alejaban más de la Cruz. Entonces fue cuando Jesús recomendó su Madre a Juan y María fue llevada desmayada a cierta distancia. Hubo un instante de silencio solemne. La conciencia se despertaba en algunos que volvían los ojos hacia la Cruz llenos de arrepentimiento y se daban golpes de pecho... Jesús abandonado, pobre y desnudo, se ofreció El mismo como hace el amor, convirtió su abandono en un rico tesoro, pues se ofreció El y su vida, sus trabajos, su amor, sus padecimientos y el doloroso sentimiento de nuestra ingratitud. Hizo su testamento delante de Dios y dio todos sus méritos a la Iglesia y a los pecadores. No olvidó a nadie, estuvo con todos en su abandono, pidió también por los heréticos que dice que Dios no ha sentido los dolores de su Pasión y que no sufrió lo que hubiera padecido un hombre en el mismo caso. En su dolor nos mostró su abandono con un grito y permitió a todos los afligidos que reconocen a Dios por su Padre, un quejido filial y de confianza. A las tres gritó Jesús en alta voz: "Elí, Elí, lamma sachatani", lo que significa: "¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado!? 56 • Cuando María oyó la voz de su Hijo nada pudo detenerla. Fue otra vez al pie de la Cruz con Juan, María Cleofás, Magdalena y Salomé 57 • 10.14. Quinta, sexta y séptima palabra de Jesús: su Muerte La hora del Señor había llegado: luchó contra la muerte, y un sudor frío cubrió sus miembros. Juan estaba al pie de la Cruz y limpiaba los pies de Jesús con su sudario. Magdalena, partida de dolor, se apoyaba contra la Cruz en la parte de atrás. La Virgen Santísima estaba de pie entre Jesús y el buen ladrón, sostenida por Salomé y María Cleofás y levantaba los ojos hacia su Hijo en su agonía. Entonces Jesús dijo: "Todo está consumado". Después alzó la cabeza y gritó en alta voz: "Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu". Fue un grito dulce y fuerte que penetró al cielo y la tierra, en seguida inclinó la cabeza y rindió su espíritu. Yo ví su alma como una forma lumi– nosa entrar en la tierra al pie de la Cruz. Juan y las Santas mujeres cayeron a tierra cubriéndose la cara... La gracia iluminó a Abenadar, su corazón duro se partió como el peñasco del Calvario; él tiró la lanza, se dio un fuerte golpe en el pecho, y gritó con 56 P. Pablo,LaamargaPasión, 157-157. 57 P. Pablo,LaamargaPasión, 158.
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