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LA MADRE DE JESUS SEGÚN A.K. EMMERICK 607 10.9. María, Pilatos y Claudia Procla Claudia Procla, la mujer de Pilatos, una mujer alta y hermosa, aunque extre– madamente pálida, estaba agitada y muy asustada, habló durante mucho rato con Pilatos, a quien rogó que no le hiciese ningún mal a Jesús, el profeta, el Santo de los Santos, y le relató los extraordinarios sueños y visiones que había tenido sobre Jesús la noche anterior, y que A.K. Emmerick: comenta: Mientras hablaba, yo ví la mayor parte de estas visiones; pero tengo más confuso cómo seguían. En primer lugar, ella vio las principales circunstancias de la vida de Jesús: la Anunciación de María, el Nacimiento de Jesús, la Adoración de los pastores y de los reyes, la huida a Egipto, la tentación en el desierto, etc. Jesús siempre se le apareció rodeado por un halo de luz, y vio también la maldad y la crueldad de sus enemigos bajo las formas más horribles, vio sus padecimientos infinitos, su paciencia y su amor inagotables, así como la angustia de su Madre. Estas visiones le causaron gran inquietud y tristeza. Había sufrido toda la noche y había visto cosas unas veces muy claras y otras muy confusas y, cuando aquella mañana la había despertado el ruido de la tropa que conducía aJesús, miró hacia ellos. Y entonces, vio a Nuestro Se– ñor, reconoció a aquel de quien tantas cosas aquella noche le habían sido reveladas; ahora desfigurado, herido, maltratado por sus enemigos. Su corazón se habían trastornado ante lo que vio, y por eso había ido a buscar a Pilatos, y le había contado con vehemencia y emoción todo lo que le acababa de suceder. Ella no lo comprendía por completo y no podía expresarlo bien, pero rogaba, instaba, suplicaba encarecida– mente a su marido en los más afectuosos términos que escuchara su súplica. Pilatos estaba atónito y perturbado; unía lo que decía su mujer con lo que había ido oyendo aquí y allí sobre Jesús, se acordaba de la furia de los judíos, del silencio de Jesús, de sus misteriosas respuestas a sus preguntas. Dudó durante algún rato pero finalmente cedió a los ruegos de su mujer y le dijo que no lo condenaría, porque había visto que todas las acusaciones eran maquinaciones de los judíos 52 • 10.1O. María, en los tribunales de Herodes y Pilatos El camino que siguieron esta vez era más duro y más desigual y en todo el trayecto no cesaron de maltratar aJesús. La ropa que le habían puesto le dificultaba andar, por lo que se cayó muchas veces en el lodo y ellos lo levantaban a patadas y dándole golpes en la cabeza. Recibió ultrajes infinitos, tanto de parte de los que le conducían, como de la gente que se iba añadiendo por el camino. Jesús pedía a Dios que no le dejara morir bajo los golpes para poder cumplir su Pasión y nuestra redención. Alrededor de las ocho y cuarto la comitiva llegó al palacio de Pilatos. La multitud era muy nume- 52 A.C. Emmerick,La amarga Pasión de Cristo, 12-14.

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