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LA MADRE DEJESUS SEGÚN A.K. EMMERICK 603 10.3. María en casa de Caifás 44 La Santísima Virgen estaba constantemente en comunicación espiritual con Jesús. María sabía todo lo que le sucedía; sufría con Él, rogaba como Él por sus verdugos, pero su corazón materno suplicaba también a Dios para que no permitiera que se consumara este crimen, para que apartara aquel sufrimiento de su Santísimo Hijo, y tenía un deseo irresistible de acercarse a Jesús. Cuando Juan llegó a casa de Lázaro y le contó el horrible espectáculo a que había asistido, le pidió que, junto con Magdalena y algunas de las santas mujeres la acompañara al lugar donde Jesús estaba sufriendo. Juan, que sólo se había alejado de su Divino Maestro para consolar a la que estaba más cerca de su corazón después de Él, accedió al instante, y condujo a las santas mujeres por las calles iluminadas por la luna, cruzándose con gente que volvía a su casa. Las mujeres iban con la cabeza cubierta, pero sus sollozos atrajeron sobre ellos la atención de algunos grupos, y tuvieron que oír palabras injuriosas contra Jesús. La Madre de Jesús, que había contemplado en espíritu el suplicio de su Hijo, guardó todas esas cosas en su corazón (cf. Le 2,51), junto con todo lo demás. Como Él, sufría ensilen– cio pero más de una vez cayó sin conocimiento 45 • Una de las veces que yacía desma– yada en los brazos de las santas mujeres, bajo un portal de la villa interior, algunas gentes bien intencionadas que volvían de la casa de Caifás la reconocieron y se para– ron un instante llenos de sincera compasión y la saludaron con estas palabras: "¡Tesa– ludamos, desgraciada Madre!, ¡oh, la más afligida de las Madres!, ¡oh, Madre del Más Sagrado Descendiente de Israel!" María volvió en sí y les dio las gracias con afecto, y después continuó su triste camino 46 • 10.4. María en la preparación de la cruz de Jesús Conforme se acercaba a la casa de Caifás, al pasar por el lado opuesto a la entrada, se tropezaron con un nuevo dolor, pues tuvieron que atravesar por un lugar donde esta– ban construyendo la cruz de Jesús debajo de una tienda. Los enemigos de Jesús habían mandado preparar una cruz en cuanto fueron a prenderlo, a fin de ejecutar la senten– cia en cuanto fuese pronunciada por Pilatos, a quien confiaban en convencer fácil– mente. Los romanos habían preparado ya cruces para dos ladrones y los trabajadores que tenían que hacer la de Jesús, maldecían por tener que trabajar por la noche; sus palabras atravesaron el corazón de María, que rogó por aquellas ciegas criaturas que construían blasfemando el instrumento de la redención y del suplicio de su Hijo. 44 Los subtítulos de la obra fueron puestos por sus mismos editores. 45 Es llamativo que A.K. Emmerick afirma con relativa frecuencia que durante la Pasión la Madre de Jesús se desmayó en distintas ocasiones. 46 P. Pablo, La amarga Pasión, 83s.

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