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FE CRISTIANAYCONCIENCIA DE LA CERCANÍA DE DIOS 119 cias del Lombardo, en referencia a la presciencia, analizada a su vez en cuanto paso previo al estudio de la predestinación, es decir, de la llamada a gozar eternamente de la vida trinitaria. Su preocupación fundamental no es afirmar que la creación procede inseparablemente de la ciencia y de la voluntad divinas, sino recalcar que esa voluntad, y por tanto la causalidad, no se extiende al pecado. De ahí que sub– raye que la presciencia divina no hace referencia de igual modo a las realidades de las que sólo Dios es la causa (la creación) y a aquellas otras -los acontecimientos y avatares que jalonan la historia- de las que "Deus et creaturae simul sunt causa". Una conclusión se impone, pues: "divina praescientia semper importat causalita– tem aliquam, sed non semper respectu praesciti, ut puta cum praescitum est ma– lum"16. Dios conoce el mal y el pecado, porque conoce la deficiencia de los seres creados, pero no lo causa, sino que lo permite. Hay, en consecuencia, que distinguir en Dios un conocimiento de "simple noticia", un conocer sin inclinación de la voluntad, que se extiende a todo lo posible, y un conocimiento de "aprobación", que "connotar complacentiam voluntatis", que se refiere sólo al bien, que es lo que Dios quiere, causa y promueve 17 . El conocer divino de las realidades creadas es, en suma, no un conocer neutro o meramente especulativo, sino un conocer impregnado por la complacencia de la voluntad, es decir, por el amor. Más concretamente, por el deseo divino de comu– nicar el ser y el bien a los seres y, en referencia a los seres espirituales, por el de establecer con ellos una relación de amor. La reflexión metafísica viene así a refor– zar con lo que afirmaba y ponía en ejercicio la vivencia espiritual del Evangelio. Omnipotencia divina, contingencia y libertad Pero pasemos ya a la otra vertiente del problema con el que nos enfrenta el deísmo: la compatibilidad entre omnipotencia divina, contingencia histórica y libertad humana. Cuestión que ha sido objeto de constante consideración y deba– te, si bien, desde una perspectiva existencial, el creyente la da por resuelta, ya que sabe, aunque sea sólo espontánea e intuitivamente, que el poder de Dios está al ser- 16 Buenaventura, In I Sent., d. 38, art. 1, q. 1 (ed. Quaracchi, I, 670). 17 Buenaventura, In I Sent., d. 39, art. 1, q. 2 (ed. Quaracchi, I, 689). Esta consideración se prolonga en la distinción entre una voluntad de beneplácito y una voluntad de signo y, dentro de esta última, entre diversos signos: el consejo, la prohibición, el mandato y la permisión (cf. Buenaventura, In I Sent., d. 47 [ed. Quaracchi, I, 839-847]; Tomás de Aquino, In I Sent., d. 45, q. l, art. 4 [ed. Parmensis, VI, 361-362]; Summa theologi,ae, I, q. 19, art. 12 [ed. Leonina, IV, 250).
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