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FE CRISTIANA YCONCIENCIA DE LA CERCANÍA DE DIOS 113 cuentas se desemboca, aunque por una vía diversa de la del ateísmo, en un natura– lismo nihilista. Pero si esos dos planteamientos constituyen las manifestaciones más netas de la negación de Dios, desde una perspectiva no ya metafísica, pero sí existencial y empírica, resulta igualmente dañina: el deísmo. Es decir, con una actitud que, aunque raíces antiguas -a ella remiten las críticas al insensato, frecuentes en la literatura bíblico-sapienciaP-, alcanza forma especialmente elaborada en los siglos XVII y XVIII. Dicho en términos más concretos, con la presentación de Dios como un gran relojero que ha puesto en marcha un universo que, a partir de un empuje inicial, funciona por sí solo, de modo que queda radicalmente excluida toda intervención de Dios en el entramado concreto de la historia 4. La piedad cristiana resulta así hondamente afectada; o, por mejor decir, herida de muerte. Las expresiones bíblicas a las que más arriba nos referíamos, es decir, las críti– cas al insensato, se sitúan a no nivel teorético, sino parenético o existencial. Apun– tan, en efecto, no tanto a quien considera que la mirada de Dios no alcanza la con– creta existencia humana, sino a quien, aun reconociendo en teoría la omnisciencia divina, no la asume de forma vivencial y efectiva, de modo que termina por negarla en la práctica. De ahí las palabras que san J osemaría Escrivá de Balaguer escribiera en Camino: Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no conside– ramos que también está siempre a nuestro lado. Y está como un Padre amoroso -a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos-, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando. (...) Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los cielos5. El deísmo filosófico puede estar preparado -lo estuvo en sus inicios y lo sigue estando en más de un momento- por un debilitamiento de la fe viva, con la consi– guiente caída en un estado de mediocridad o tibieza espirituales. Tiene, sin embar– go, raíces más complejas, que van desde el racionalismo hasta la exaltación de los 3 Cf. por ejemplo, el Salmo 10, 1: "A Yaveh menosprecia el impío: « ¡Allá arriba su cólera, nada vendrá a indagar! ¡No hay Dios!», es todo lo que piensa". O el 14, 1: "Dice en su corazón el insensato: «¡No hay Dios!»" (el mismo texto en Sal 53, 1). 4 La presentación de Dios como "el gran relojero" proviene, como es bien sabido, de Voltaire. 5 Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, n. 267.

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