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112 JOSÉ LUIS ILLANES Ese mensaje ha informado desde los comienzos la piedad cristiana. Es la con– vicción acerca de la cercanía amorosa de Dios, de su acción en Cristo y por el Espí– ritu Santo, lo que sostiene el caminar del creyente no sólo en los momentos de exaltación, sino también en los de tribulación o sufrimiento. Y la que impulsa sea a la acción de gracias, sea a la petición confiada en todas las encrucijadas de la vida. En todo lugar, en toda hora y en todo tiempo -escribía san Francisco de Asís-, todos los días sin interrupción, todos con verdad y humildad creamos y abracemos y ame– mos, honremos, adoremos, sirvamos, bendigamos y loemos, glorifiquemos y ensalce– mos, engrandezcamos y rindamos gracias al Altísimo, sumo y eterno Dios 1 • La espiritualidad cristiana no es un espiritualidad "milagrera", que confía o sueña con un sucederse constante de prodigios. Pero sí es una espiritualidad en la que el reconocimiento de la cercanía amorosa de Dios juega un papel decisivo. Es, en efecto, ese reconocimiento lo que autoriza a referir a Dios la totalidad de los acontecimientos, tanto los gozosos como los difíciles, sabiendo que ninguno escapa a la providencia divina, que los quiere o los permite. Constituyen, por tanto, en todo caso, oportunidades y llamadas para acudir confiadamente a Dios, identifi– carse con su voluntad y abrirse a su amor; a un amor que se manifiesta por vías cuyo sentido a veces se nos escapa, pero del que la fe no permite dudar. El deísmo y sus implicaciones existenciales Desde una perspectiva metafísica el ateísmo y el panteísmo son, sin duda alguna, las posiciones que llevan la negación de Dios a mayor radicalidad. Especial– mente el ateísmo, con el naturalismo que de él deriva, es decir, la consideración de la naturaleza como única realidad existente, de modo que con ella y su despliegue, incesante y a la vez carente de meta y de sentido, y por tanto nihilista, se agota el acontecer: in nihil ab nihilo quam cito recidimus, como reza el epitafio latino que cita la Spe salvi2. Pero también el panteísmo, ya que, al identificar a Dios con el mundo, en realidad lo niega, subsumiéndolo en un todo en el que cualquier distin– ción, si cabe hablar de ella, resulta insubstancial y efímera, de modo que a fin de 1 Francisco de Asís, Primera regla, cap. 23, en San Francisco de Asís, Sus escritos. Las Florecillas. Biograflas del santo por Ce/ano, san Buenaventura y los tres compañeros, ed. de J.R de Legísima y L. Gómez Canedo (BAC, 4), Madrid 1956, 23. 2 Benedicto XVI, Ene. Spe salvi, n. 2.

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