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FE CRISTIANA YCONCIENCIA DE LA CERCANÍA DE DIOS 127 inteligencia podía de algún modo entrever o, al menos, confiar en su realidad. Sólo Dios puede manifestar la hondura de su propio amor, pero la creación, ante la que la razón está situada, canta la gloria y la bondad divinas, y orienta, en consecuencia, el espíritu humano hacia una conciencia de sentido y, por tanto, hacia una esperanza, que sea algo más, mucho más, que el mero confiar en la fortuna, para acercarse de algún modo al confiar en Dios. Dicho con otras palabras, el enfrentamiento con el deísmo reclama no sólo afirmar la providencia y la acción divinas, sino también que el conocer humano, también pro statu isto, está llamado a percibir la realidad de esa providencia y de esa acción. En suma, y con esta afirmación podemos concluir: el deísmo no es el fruto de una tendencia espontánea de la razón, sino la manifestación o consecuencia de un decaer de la inteligencia. La autorevelación de Dios, que tuvo lugar a lo largo de la historia de Israel y finalmente en la encarnación y en la muerte de Cristo, conduce la inteligencia humana a un conocimiento de Dios, de su amor y de su providencia que cabe calificar no sólo de insospechado, sino incluso de inaudito. Pero se trata de un conocimiento que, trascendiendo a la razón, no contradice la apertura a lo infinito que caracteriza al espíritu humano; al contrario, la asume y la potencia. Es esa apertura al infinito lo que el deísmo, postulando la lejanía absoluta de Dios, pone en entredicho. De ahí que implique un decaer de la inteligencia que socaba - e incluso traiciona, objetivamente hablando- el impulso hacia la plenitud que sostiene el existir humano.

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