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122 JOSÉ LUIS ILLANES Hablar de eternidad en referencia a Dios no es hablar de una cualidad ab– stractamente pensada, que, en un segundo momento, se aplicaría a Dios, sino referirse a Dios mismo, al Ser divino en cuanto tal, puesto que en Dios todo -ser, conocer, vivir, amar- se da en absoluta, inmutable e imperecedera plenitud 23 • Lo que en el caso concreto que nos ocupa lleva a afirmar que Dios, cuya mirada trasciende los tiempos, conoce las acciones contingentes no sólo conociendo los agentes que las causan, sino conociéndolas en cuanto tales. De ahí que pueda co– nocerlas con certeza, sin por ello suprimir su contingencia. Divina praescientia -escribe san Buenaventura- non imponit rebus necessitatem. Omnia enim sic praecognoscit esse eventura, sicut eventura sunt; et ideo, cum multa sint eventura contingenter, ut illa quae sunt a libero arbitrio et casu et fortuna, sicut praescit haec esse futura ab istis, sic praescit modum contingentiae, secundum quem sunt ab istis 24 • Omnia quae sunt in tempore -afirma a su vez el doctor de Aquino- sunt Deo ab aeterno praesentia (...), quia eius intuitus fertur ab aeterno super omnia, prout sunt in sua praesentialitate. Unde manifestum est quod contingentia et infallibiliter a Deo cognoscuntur, in quantum subduntur divino conspectu secundum suam praesentia– litatem; et tamen sunt futura contingentia, suis causis comparata 25 • Las consideraciones recién esbozadas alcanzan su pleno sentido si, prosiguien– do nuestro análisis del pensamiento de los maestros medievales, damos entrada formal y directa a su consideración de la causalidad divina. Forma parte de la fe cristiana una neta y constante proclamación de la acción y la causalidad de las criaturas: desde la doctrina sobre la creación hasta la doctrina sobre el mérito, por citar sólo dos ejemplos significativos, todo el conjunto del dogma católico se mue– ve en esa dirección. No hay, pues, lugar en la teología católica para un ocasiona– lismo histórico-entitativo como el que propugnaron los filosófos árabes antes aludidos. Los teólogos medievales presuponen con plena conciencia el trasfondo dogmático recién mencionado y profundizan en él, acudiendo a algunos principios aristotélicos -la distinción entre causa primera y causas segundas, entre otros- y manifestando una clara preocupación por subrayar que el hecho de que los seres 23 Tomás de Aquino, Summa theologiae, I, q. 10, art. 2 (ed. Leonina, IV, 96). 24 Buenaventura, In I Sent., d. 38, art. 2, q. 1 (ed. Quaracchi, I, 675). 25 Tomás de Aquino, Summa theologiae, I, q. 14, art. 13 (ed. Leonina, IV, 186); más ampliamente en In I Sent., d. 38, q. 1, art. 5 (ed. Parmensis, VI, 315-318).

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