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FE CRISTIANA YCONCIENCIA DE LA CERCANÍA DE DIOS 121 encamina a distinguir entre los niveles del ser y del conocer; la segunda, a subrayar la trascendencia del conocer divino. La contingencia presupone que la causa de la que un efecto procede, o puede proceder, "non est determinata ad unum", sino que "se habet ad opposita"; se trata, pues, de un sujeto o causa que puede actuar en direcciones diversas 20 • A la inteligencia humana le es dado conocer las acciones contingentes futuras y sus efectos sólo conjeturalmente, es decir, previéndolas a partir de lo que conoce sobre la causa. Propiamente hablando no las conoce, sino que las anticipa, conjeturando lo que puede acontecer con mayor o menor probabilidad según la mayor o menor profundidad con que conozca al agente, pero, en todo caso, sin poder alcanzar a ese respecto certeza alguna. Si se aplica ese esquema al conocimiento divino -y ahí radica el antropomor– fismo-, se replantea el dilema antes mencionado. O bien se afirma que Dios no conoce los futuros contingentes y que, por tanto, su conocer es limitado y depen– diente del acontecer histórico. O bien se postula que la voluntad divina se impone de modo despótico, excluyendo toda contingencia, lo que permite afirmar que Dios tiene conocimiento cierto de la totalidad del acontecer, pero haciendo de la historia el reino de la necesidad. Sólo que ese dilema no se impone en modo alguno, ya que el conocer divino trasciende el conocer humano. Afirmar que un conocimiento cierto -y eterno- por parte de Dios de la totalidad de la historia reclama suprimir la contingencia, y con ella la libertad, implica, en efecto, una doble falacia. De una parte, identifica el orden del ser con el del conocer (o, por mejor decir, con el del ser conocido), olvidando que el conoci– miento de una realidad -así lo recuerda san Buenaventura 21 - no quita ni añade nada a la realidad a la que se refiere. Y, de otra y sobre todo, interpreta equívoca– mente la eternidad de Dios. La eternidad divina no es un tiempo anterior al tiempo humano, en el que la historia habría sido escrita y prevista en sus mínimos detalles. Ni un modo de ser en el que los tiempos y los seres se contraerían siendo privados de su substantividad. Es, como dijera Boecio, interminabilis vitae tota simul etperfecta possessio 22 • 20 Tomás de Aquino, Summa theologiae, I, q. 14, art. 13 (ed. Leonina, IV, 186-187); más ampliamente en In I Sent., d. 38, q. 1, art. 5 (ed. Parmensis, VI, 315-318). 21 Buenaventura, In I Sent., d. 38, art. 2, q. 1 (ed. Quaracchi, I, 647). 22 Boecio, De consolationephilosophiae V, (PL 63, 858).
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