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120 JOSÉ LUIS ILLANES vic10 de su amor 18 • En consecuencia la afirmación de la omnipotencia divina desemboca en serenidad, en confianza, en paz interior y en alegría: Dios, que le ama, no dejará de asistirle, sostendrá su libertad, otorgará su perdón, si la defectibilidad y el pecado lo hicieran necesario, y hará, por las vías que Él estime oportunas, que los males terminen por redundar en bienes (cf. Rm 8, 28). La debilitación de la fe puede, en cambio, traer consigo la duda y, como con– secuencia, la zozobra, si es que no desemboca, desde una perspectiva intelectual, en una consideración antropomórfica de Dios, paso que, al obscurecer la hondura del ser divino, conduce a un callejón sin salida. El antropomorfismo coloca, en efecto, en la cuestión que ahora nos ocupa, ante una disyuntiva mortal: negar la realidad del actuar de las criaturas, considerando -como lo hicieron algunos teólogos árabes 19 - que era la única vía para poder afirmar la omnipotencia divina; o, en el extremo opuesto, y a fin de salvaguardar la libertad humana, afirmar que Dios no se hace presente en el acontecer histórico, del que sería, en el mejor de los casos, un mero espectador. Es esta última posición, que estuvo presente en épocas pasadas -baste pensar en el pelagianismo-, la que, con otras palabras y desde otra perspectiva, re– propone el deísmo. Los maestros medievales se ocuparon de este tema en dos momentos: al tratar del conocimiento por parte de Dios de la mutabilidad histórica, y al analizar la causalidad divina. La primera de esas perspectivas, es decir, la problemática relacio– nada con el conocimiento por parte de Dios del mudar y cambiar de la historia está presente en sus escritos al tratar de uno de los posibles objetos del conocer divino: los futuros contingentes. Afirmar que Dios conoce el futuro, y que lo conoce con certeza, ¿no implica acaso negar toda contingencia y toda indetermi– nación reconduciendo la historia a la necesidad? Planteada así la cuestión, la respuesta que nos ofrece la teología medieval se articula en dos fases: la primera se 18 La íntima conexión entre poder y amor en la relación de Dios con la criaturas -más aún, la subordinación del poder al amor- constituye uno de los temas fundamentales del magis– terio de Juan Pablo II, al que, en el contexto de lo que estamos ahora considerando, vale la pena remitir, especialmente a las encíclicas Redemptor hominis y Dives in misericordia. 19 El ocasionalismo en el que desembocan algunos teólogos musulmanes como reacción ante las ideas que previamente habían desarrollado Avicena y, sobre todo, Averroes, ha sido estudiado por Étienne Gilson, en su relación precisamente sobre la formación del pensamiento de Tomás de Aquino: Pourquoi saint Thomas a critiqué saint Augustin, en AHDLMA 1 (1926) 5-127.

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