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LOS FRANCISCANOS Y EL ISLAM 79 Concretamente el papa Inocencio IV en 1248 erigió en París un colegio para la instrucción de jóvenes sarracenos y en general orientales, que pudieran predicar la verdadera religión a sus paisanos 23 • No se trata de una escuela de lenguas orienta– les, sino de un instituto destinado a la formación del clero indígena. Sus sucesores continuaron en el mismo sentido. Gregorio X, cuando convocó el segundo concilio ecuménico de Lyón en 1274, pidió a algunos clérigos y religio– sos su opinión sobre la organización de la cruzada. Por supuesto, los más ardientes defensores de la causa misionera se daban cuenta de que era muy difícil predicar en los países del Islam. Hacia 1250 el franciscano inglés Adam Marsh, en un tratado político-religio– so dedicado al papa, abogaba por el empleo de la persuasión con preferencia al de la espada si se quería convertir a los infieles 24 • Rogerio Bacón desaprobó abierta– mente las cruzadas, pues no eran empresas dignas del "espíritu" evangélico 25 • Bacón una y otra vez insiste en esta idea: "todas la guerras, en efecto, y también las cruzadas se han demostrado inútiles, y sus consecuencias no se hubieran olvidado por muchos años; los mismos supervivientes al derramamiento de sangre hubieran odiado a los conquistadores; la convivencia se hubiera hecho difícil y la conver– sión, hostilizada por el resentimiento -cosa que añadía amargamente el maestro inglés- se puede hoy notar en muchas partes de las tierras de más allá del mar" 26 • En definitiva, según la opinión de este pensador franciscano, las guerras promo– vidas para la conversión de los infieles surten un efecto contraproducente, porque los infieles no se convierten, ya que unos mueren y van al infierno, y otros cobran un odio feroz a la fe cristiana. "La fe no ha entrado en este mundo por medio de las armas, sino, como es evidente, por la simplicidad de la predicación". En las lenguas Gregorio IX incluso era partidario del uso de la fuerza para la conversión de los musul– manes. En 1227, dicho papa ordenó que quienes no eran cristianos llevaran prendas distintas, vedó el llamado público musulmán a la oración, y prohibió a los judíos y musulmanes salir a las calles durante los festivales cristianos. 23 Bula "Quia cordi nobis" al canciller de la Universidad de París; cf. (Denifle, Chartula– rium Universitatis Parisiensis, t. I, ed. H. Denifle - A. Chatelain, Parisiis 1889, 180. 24 [Adam Marsh], Epístola CCXLVI, en Monumenta Franciscana [I], scilicet, Thomas de Eccleston De Adventu Fratrum Minorum in Angliam, Adae de Marisco Epistolae, Registrum Fratrum Minorum Londoniae, edited by J.S. Brewer (Rerum Britannicarum Medii Aevi Scriptores, 1), London 1858, 413-437. 25 Roger Bacon, Moralis philosophia, pars quarta, ed. E. Massa, Turici 1953, 236s. 26 Ibídem, 236s. Cf. A. Ajello, La Croce e la Spada. I Francescani e l1slam nel duecento, Napoli 1999, 69.

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