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72 SATURNINO RUIZ DE LOIZAGA para adentrase en esas tierras; al encontrase con los primeros soldados sarracenos fue golpeado, pero inmediatamente pidió ser llevado ante el Sultán, que entonces era al-Malik al-Kamil. Según escribe Buenaventura, el "poverello", en su afán de convertirlo al cristia– nismo, invitó a los ministros religiosos musulmanes a entrar con él en una fogata, para así demostrar qué religión era la verdadera; los mulás rehuyeron la propuesta. Francisco ofreció entrar solo y retó al Sultán a que, si salía ileso, se convertiría al cristianismo e incitaría a su pueblo a hacerlo; el príncipe rechazó también esa posi– bilidad. Al final, sus pretensiones se frustraron 1 • La intrépida inconsciencia de Francisco y, probablemente, el divertido desconcierto del sultán, le permitieron salir del paso sin daño alguno y ser devuelto al campo cristiano. La verdad es que no tenía sentido actuar así, ¡salvo que se persiguiera el martirio! Tiempo después, Francisco obtuvo del Sultán Malik al Muzzam de Damasco, hermano de al-Malik, permiso sólo para visitar Siria y Tierra Santa 2. San Francisco no es, pues, un espectador frío de los acontecimientos de su época; por el contrario, vive sus luchas, es beligerante, en el más noble sentido de la palabra, en una época en la que florecen los espíritus combativos. 2. Misiones a países musulmanes Francisco es un convencido de su vocación apostólica y misionera: 1 San Buenaventura, Leyenda mayor, cap. IX, n. 8, en San Francisco de Asís: escritos, biogra– fías, documentos de la época, ed. preparada por J.A. Guerra (BAC, 399), Madrid 1980, 441. Un caso semejante nos viene referido casi cinco décadas antes. Por el año 1074 Hugo el Grande (1049-1109) envió a España, por orden del papa Gregario VII, al monje Anastasia a fin de que anunciase a los sarracenos el Evangelio de Cristo. El improvisado misionero, para probar la verdad de la fe cristiana, se ofreció a pasar por una hoguera ardiendo después de celebrar la misa, pero los sarracenos rehusaron la propuesta de recibir el bautismo si el monje no salía ileso de las llamas. Cuando éste comprendió que trabajaba en vano, regresó a su monasterio de Cluny. Cf Vita S. Anastasii, monachi et eremite, auctore Galtiero, en PL 149,429. Sabatier niega valor al testimonio de San Buenaventura sobre el juicio o la prueba (orda– lías) solicitada por Francisco al Sulcán, cf. P. Sabatkr, Vie de S. Franfois d'Assise, Paris 1931, 313-314. Siguiendo a Sabatier, también Francesco Tarducci se expresaba en estos términos: "Entre las cosas de la leyenda se debe rechazar absolutamente el relato en que se nos cuenta el episodio requerido por Francisco invitando al Sultán a entrar él y algún ministro de la secta ma– hometana entre las llamas", cf F. Tarducci, Vita di San Francesco d'Assisi, Mantova 1904, 256. 2 G. Basetti-Sani, Per un dialogo cristiano musulmano, Milano 1969, 398-402.

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