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CONVERSACIÓN 19 cedor del pensamiento franciscano, me ayudó con sus consejos y ánimo en algún momento de perplejidad. Entre los cursos de doctorado en la Gregoriana me valió mucho el del P. Guy de Broglie De fine ultimo humanae vitae. Él expuso la tesis tomista de la superioridad de la visión sobre el amor. En el examen escrito yo defendí la tesis de Escoto. Me dio la nota máxima. J.Á.E.: ¿Por qué escogió como tema de su tesis "Elproblema del sobrenatural en los teólogos.franciscanos de los siglos XVI y XVII"? ¿A qué se debió? ¿Era el tema de moda del momento, debido a los estudios de De Lubac de aquellos años? ¿Ofue algo que nació de sus inquietudes personales? P. Bernardino: Durante los años de Salamanca yo había expresado por carta al Ministro Provincial mi disposición para ir a las misiones de Venezuela. Pero al terminar la licencia pareció oportuno a los superiores que siguiera con el docto– rado. Roma y la Gregoriana se veía como el camino normal. Y aquí me vine junto con el compañero Basilio Moreno, que empezaría también en la Gregoriana la licencia en Historia Eclesiástica. Mi elección del tema del Sobrenatural en los teólogos.franciscanos no fue de buenas a primeras. Yo había hecho el trabajo escrito de licencia sobre san Buenaventura -simbolismo metaflsico y espiritualidad.fran– ciscana- con el aire de luminosidad trascendente, más viva que la fría abstracción de lo sensible. Y en la Gregoriana pensé en una tesis sobre El argumento de tradi– ción en san Buenaventura. Hablé con el P. Zoltán Alszeghy, experto en temas bonaventurianos. Al decirle que tenía el límite de dos años para mi trabajo, me dijo que era un tema difícil y demasiado amplio para llevarlo a cabo debidamente en ese tiempo. Hablé luego con el P. Juan Alfaro, cuya tesis doctoral El Sobre– natural desde Santo Tomás a Cayetano, trata bastante detenidamente a Escoto y a los teólogos franciscanos hasta el siglo XV. Él me indicó que la continuación del tema en la Escuela Franciscana sería muy importante para la historia de la teología. Y sin más, puse manos a la obra bajo la dirección del mismo P. Alfaro. La estancia en el Colegio internacional de Vía Sicilia de aquel tiempo era muy apropiada para la concentración en el estudio. Por otra parte, las bibliotecas de Roma, sobre todo la "Nazionale", eran fuente casi inagotable para mi tema: el índice de teólogos franciscanos consultados que merecieron ser citados como fuentes, resulto ser exactamente de noventa. Puedo decir que el tema del sobrenatural me dejó mar– cado haciéndome regresar a la fuente principal, Escoto, que Alfaro consideraba

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