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CONVERSACIÓN 25 J.Á.E.: ¿Cuál sería, resumiendo al máximo y como si se lo tuviera que decir a inexpertos, la gran diferencia entre la teología bonaventuriana y escotista (fran– ciscana) y la teología tomista? P. Bernardino: Puede bastar una simple alusión al espíritu que me parece ca– racterístico: El tomista deja invadir su inteligencia por la verdad de Dios, mientras que el franciscano se deja atraer por su infinita bondad. El primero piensa que es en la inteligencia donde Dios se une más estrechamente al hombre como Verdad suprema. El franciscano cree que el conocimiento es frío y limitado por la inteli– gencia finita; es por el amor como se llega a la intimidad infinita de Dios. Y es el atractivo de la bondad lo que dinamiza el mismo conocimiento. "Sólo quiero conocerte, para amarte", diría san Buenaventura. De modo más filosófico, yo diría que el tomista parte con un esquema lógico-aristotélico y se esfuerza por aplicarlo a los datos revelados. El franciscano parte de los datos revelados y busca un esque– ma lógico que se deje conformar por esos mismos datos. Es por lo que la verdad de la creación de la nada implica la contingencia radical de lo creado y del mismo acto divino, remitiendo a una libertad de Dios y del hombre, que para una mentalidad aristotélica es difícil de explicar. El aristotélico llega a Dios diciéndole cómo tiene que ser (la verdad absoluta ante todo!); el franciscano le pregunta cómo ha queri– do revelarse. J.Á.E.: P. Bernardino, usted también ha querido subrayar en sus estudios el mensaje social de Escoto (justicia, paz y libertad). ¿Qué nos puede decir de esto? P. Bernardino: Escoto funda todo en la metafísica del amor. El primer esta– dio del amor, amor a Dios sobre todas las cosas, es la raíz de la verdadera justicia, reconociendo a Dios sin someterlo a la estrechez de la propia conveniencia. Desde el punto de vista social aparece cómo la categoría del "bien común" sólo se sostiene en cuanto apoyado en el bien supremo que es Dios. Igualmente nuestra libertad se funda en nuestra capacidad de amar. Escoto afirma: "Por ley de naturaleza todos nacemos libres... y nadie es propiedad de otro". Sobre los castigos por los delitos afirma que siempre es preferible extremar la misericordia más que la justicia. La paz, antes del pecado se mantendría mediante un régimen comunitario de los bie– nes materiales. Después del pecado, se ha hecho necesaria la división de los bienes con el derecho a la propiedad privada, precisamente para conservar la paz. El len-

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