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120 BERNARDINO DE ARMELLADA tenia y tiene necesidad de mantenerse en la verdad radical de su contingencia para no perder la autenticidad de la propia pobreza 45 . Yen consecuencia, en el terreno de la espiritualidad, la filosofia y la teologia de Ockham quizas encierran la lecci6n definitiva para la tarea fundamental del hombre: reconocer en la hu– mildad la propia incapacidad para invadir el terreno de Dios o de sustituirlo con los p.ropios deseos, al mismo riempo que abre el espacio personal para dejarse invadir por el mismo Dios en la libertad de su revelaci6n. Esto, sin embargo, no acontece en la renuncia a todo deseo ante el dominio de una divinidad ab– sorbente y sin contomos precisos (pensamos en las religiones orientales de la pasividad despersonalizante), sino en la respuesta a la entusiasmante y amistosa cercanfa del Dios de la revelaci6n, con rostro humano, encantador en su niiiez, fascinante en su mirada y su palabra, conmovedor en sus sufrimientos, esplen– dente en su gloria: el Dios concreto que en su amor omnipotente se acerca al hombre tornando la medida humana sin perder la dimensi6n divina. Asi es co– rno el hombre adquiere la medida divina sin perder la dimensi6n humana. 45 Es interesante la constataci6n de M. Damiata: "Oggi piu che mai dunque il pensiero ockhamista e francescano sulla povertà e proprietà ben lungi da suscitare diffidenze piu o meno sorde, <:ome è successo in passato, merita attenzione e rispetto" (ibid, 482).
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