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LA VOCACIÓN MISIONERA ENTRE LOS CAPUCHINOS ESPAÑOLES 435 santa fe en sus dominios de América. Reflexione V.P. Rda. qué desho– nor sería esto para todos los capuchinos si sucediese. Porque son sabedores, según se nos dio a entender el lunes por algunos depen– dientes del Consejo, que hay religiosos graduados que, lejos ellos de emprender el apostólico ministerio, procuran estorbar a los que tie– nen vocación para ello, poniéndoles el óbice poco menos que de após– tatas » 1 ' 9 • El provincial de Navarra, que lo era el P. Matías de Rincón, había logrado para aquella fecha se ofrecieran dos religiosos para la expe– dición, y envió los nombres con las señas al procurador; eran los PP. Juan de Alfaro y Antonio de Cervera, de edad de 30 y 29 años respectivamente. Pedía orden para que se embarcasen en el puerto de Pasajes en la primera ocasión, y añadía: « Este es el medio más suave, y en el ínterim se moverán otros a este fin, hasta completar el número de ocho ». A los pocos días se ofrecían dos coristas : fray Plácido de Los Arcos, diácono, de 27 años de edad, y fray Pablo de Alzórriz, asimismo diácono, de 24 años. En el mismo mes de junio dieron su nombre otros tres voluntarios: P. Ildefonso de Alfaro, de 40 años, P. Carlos Mª. de Cintruénigo, de 26 años, y el corista fray Adrián de Autol, de 23 años. Sin esperar al que había de hacer el número de ocho, el pro– curador general negoció la expedición ante el Consejo, dando prisa para el embarque, y esto - decía - « a fin de que no se refríen ni retrocedan de su vocac10n dichos mi– sioneros; pues constando la provincia de Navarra y Cantabria de sólo once conventos, y éstos de corto número de individuos, por ha– ber muchos ancianos y achacosos, se hace más difícil la colectación de otros... ». Pedía al mismo tiempo autorización para que el provincial com– pletara el número de ocho, escogiendo uno de entre los que volunta– riamente se ofrecieran, para no retardar el viaje; y para sustituir a cualquiera de los otros, caso de que alguno fallase. El que hizo el número de ocho fue el P. Serafín de Los Arcos. Vino la licencia de embarque por cuenta de la real hacienda. Hicie– ron el viaje a Pasajes; pero sucedió que, al embarcarse en el mes de diciembre, lo hicieron con tan mal tiempo, que hubieron de hacer una arribada forzosa en Fuenterrabía. En la segunda salida tuvieron que volver a Pasajes. Fue una dura prueba para aquellos misioneros no muy sobrados de ideales; y el citado P. Serafín cobró tal miedo al mar, que optó por quedarse en tierra, alegando que estaba enfermo; mas « a los pocos días de estar en tierra se reconoció estaba tan sano 19 FROILÁN DE RIONEGRO, Cartas y documentos..., 14s. En término, parecidos escribía el procurador general al provincial de Andalucía, Francisco José de Cádiz (ibid., 12s).

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