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LA VOCACIÓN MISIONERA ENTRE LOS CAPUCHINOS ESPAÑOLES 431 cuán escaso era el número de voluntarios aun en los mismos centros de formación que se titulaban « Colegios de Propaganda Pide » 9 • A falta de vocaciones espontáneas no faltaría quien lanzara la idea de los alistamientos forzosos; pero aun en el seno del Consejo juzgóse improcedente este mét0do, ya que, sobre ir en contra de la tradición de las órdenes misioneras, traería más males que bienes en las reducciones de indios, que sólo podían prosperar a base del sacri• ficio voluntario 10 • Con todo, no deja de ser interesante el cambio que iba operándose en el concepto de vocación misionera en la Orden franciscana. Todos los antiguos expositores de la Regla habían insis– tido en el carácter sobrenatural de la « inspiración divina » de que habla el capítulo XII de la misma, inspiración que daba al súbdito cierto derecho a realizar su vocación aun frente a la oposición de sus superiores, cuando existían las cualidades requeridas. Así se planteaba la cuestión en los siglos XVI y XVII, cuando abundaban las vocaciones para Indias y los procuradores tenían que sostener fuerte forcejeo con los provinciales, reacios en autorizar el alista– miento de los mejores por el temor de ver sus comunidades desman– teladas. En defensa del derecho de los religiosos publicaba en 1635 Juan de San Gregario su Tratado sobre las dificultades que se pro– ponen acerca de la misión de los religiosos a tierras de Infieles: y si los Provinciales pueden impedirles que no vayan a ellas 11 • Pero en los años a que nos referimos un especialista en derecho misional y ferviente regalista, el Padre Parras, formulaba en estos términos la cuestión: Si los .Prelados regulares pueden precisar a sus súbditos a pasar a Indias 12 • II. - EL PROBLEMA DE LAS VOCACIONES MISIONERAS EN LAS PROVINCIAS CAPUCHINAS El caso de las m1S10nes capuchinas era muy diferente del de las otras órdenes misioneras de América. Mientras que éstas atendían a sus respectivos campos de apostolado con personal reclutado de todas las provincias de la metrópoli, incorporado luego a las provin- 9 Véanse, por ejemplo, las cartas del P. Juan de Matud y del P. Andrés Antonio Mar– tínez al guardián del colegio de Herbón, en Arch.Iber.Amer. 1(1914) 171-176; y otra del P. Bernad, ibid. 3(1915) 70. Cf. M. MERINO, O.S.A., Dificultades de antaño en el reclutamiento de misioneros, en Miss.Hisp. 5(1948) 185-192; M. MATEOS, O.S.A., El colegio agustiniano de Valladolid centro de acción misionera, ibid. 17(1960) 249-277. 10 O. MAAs, loco cit., 216. 11 R. STREIT, 0.M.I., Bibliotheca Missionum I, 197; Nic. ANTONIO, Bibliotheca Hispana Nova I, 560. 12 P.J. PARRAS, O.F.M., Gobierno de los Regulares de la América, ajustado religiosamente a la voluntad del Rey I, Madrid 1783, 156-173.

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