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LA VOCACIÓN MISIONERA ENTRE LOS CAPUCHINOS ESPAÑOLES 429 En parte porque las demás órdenes religiosas sostenían tam– bién sus proprias misiones a costa de grandes sacrificios y en parte por el desvío de que ya eran objeto los frailes en la metrópoli, el gobierno de Madrid quiso probar fortuna con el clero secular. Una real cédula de 14 de agosto de 1768 decretaba la fundación de « seminarios de misiones » para clérigos seculares, que habían de sostenerse a costa de las rentas vacantes de la extinguida Compañía. Pronto hubieron de convencerse los ministros de· Carlos III de lo utópico de este recurso, que todavía volvió a intentarse bajo Car– los IV 4 • La razón fue expuesta paladinamente en una sesión del Consejo de Indias de 10 de diciembre de 1778: « Los clérigos seculares del país, así como los de España, han mani– festado siempre poco deseo de ocuparse en el ministerio de las misio– nes ; lo que proviene, sin duda, de que no se verifica el que ellos se hallen ligados con los votos de pobreza y de obediencia que ejecutan los regulares, necesitan de mayores auxilios y no se ofrecen con tanta facilidad como los religiosos a desprenderse de sus comodidades e intereses particulares y a sacrificarse por sus hermanos... » 5 • Mal de su grado, el Consejo tenía que contar con los denigrados frailes. Y se urgió a las órdenes misioneras tradicionales un au– mento en el envío de personal a Indias. A estas exigencias, poco amables generalmente en la forma, contestaron los procuradores de Indias que el reclutamiento de misioneros en las provincias de España resultaba empresa difícil por varios motivos de los que hacían responsable al mismo gobierno: 1) el disgusto de los regu– lares por haber quedado sometidas las doctrinas de los religiosos a la inspección del Ordinario y haberlos desposeído de sus privilegios; 2) el predominio de los criollos en las provincias de ultramar; 3) y el más grave de todos, las medidas adoptadas en España para limitar la recepción de novicios. En efecto, a partir de 1773 y por imitar la labor que iban realizando en todos los estados borbónicos de Europa las llamadas « Comisiones de Reforma », el gobierno español siguió una política de control de vocaciones, cerrando muchos noviciados o fijando un máximo de admisiones. Como consecuencia, al cabo de unos años vino a faltar juventud en las comunidades de la me– trópoli. 4 Cf. J. LóPEZ ALIJARDE, C.M.F., Carlos III de España y las Misiones, en Bibliotheca Hispana Missionum I, Barcelona 1930, 97-130; C. BAYLE, S.I., El clero secular y la evangeli– zación de América, Madrid 1946, 12-16; Planes antiguos de seminarios de misiones y de reclutar clero secular para la evangelización de América, en Miss.Hisp. 6(1949) 379-388. En 1782 el Consejo persistía aún en su optimismo de sabor iluminista al proponer a ,os clérigos una congrua digna y pingües prebendas a los diez años de servicio, así como la institución de seminarios de lenguas americanas en Loyola y Villagarcía, trayendo para ello maestros indios (AGI, Filipinas, 1954). 5 Otto MAAS, O.F.M., Las órdenes religiosas de España y la colonización de América en la segunda parte del siglo XVIII, en Estud.Franc. 18(1917) 212.
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