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LA VOCACIÓN MISIONERA ENTRE LOS CAPUCHINOS ESPAÑOLES 453 aquella provincia», cuya población india, ya cristiana, se mostraba levantisca, y a « proveer la conversión de los indios opones, que por ser tan bravos incomodan demasiado la navegación del río Magda– lena, cometiendo con los paisanos muchos robos, muertes y atroci– dades » 45 , No respondía mal la provincia de Valencia en el aspecto de la vocación misionera, ya que, sumando los religiosos de ambos seminarios y los ocupados en las misiones vivas de la costa de Santa Marta, Río Hacha y Valledupar, daban la cifra de 53, no alcanzada por ninguna otra provincia. Este seminario, como hemos visto, fue ofrecido de primera in– tención a la provincia de Andalucía; así se lo había comunicado el ministro de Indias, Gálvez, al provincial P. José Félix de Sevilla en 1783 « con la notable cláusula de hallarse el Monarca muy parti– cularmente empeñado por gravísimos motivos que para ello le asis– ten». Carlos III prometía a este centro misional« su real protección»; sus individuos quedaban « a la disposición del Excmo. Sr. Arzobispo para efecto del módo, tiempo y lugares de la misión ». Había de tener de familia 24 sacerdotes o más, hasta el número de 30, « todos capaces de ejercer debidamente los ministerios del púlpito y confesonario, y religiosos legos los correspondientes para las res– pectivas oficinas y limosnas. La edad en los sacerdotes para ir había de ser de 30 años para adelante. No permanecerán en él más tiempo que el de ocho o diez años, y cumplido éste se restituirán a su pro– vincia a descansar en ella... » 46 • No habiendo podido por entonces la provincia de Andalucía aprontar el personal requerido, por los motivos ya apuntados, tuvo que tomar sobre sí esta carga la ,de Valencia. La misión de la Luisiana, confiada a la provincia de Castilla, dependió en un principio directamente del obispo de Cuba; éste, en 1781, propuso al rey se fundara en La Habana un colegio de mi– sioneros capuchinos con la doble finalidad de proveer de personal a dicha misión y de atender a la predicación en la isla. En consecuen– cia, Carlos III dirigióse a los superiores castellanos. No pudo reali– zarse por entonces el proyecto a causa de la guerra, y nuevamente en 1783 volvió a impulsarlo el ministro Gálvez, de cuya « pía afición a las misiones de los capuchinos » hay reiterados testimonios 47 • El definitorio de Castilla dirigió entonces una circular a los conventos 45 FROILÁN DE RIONEGRO, Misiones..., 217, 228s; Cartas y documentos, 44. 10 Pastoral citada, 3 y 20. 47 Carta del P. José de Espera al procurador de las misiones de Caracas, lamentando la muerte del ministro de Indias, 27 octubre 1787 (FROILÁN DE RIONEGRO, Cartas y documen– tos..., 46).

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