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LA VOCACIÓN MISIONERA ENTRE LOS CAPUCHINOS ESPAÑOLES 451 « con el mayor aprecio el celo que manifiesta por el bien espiritual de aquellas misiones, hasta el extremo de ofrecerse a volver a ellas y conducir los misioneros; pero que no conviene en admitir esta oferta, tanto por el carácter de obispo..., corno por el inminente riesgo a que se expondría su persona en unos países insanos y en una edad avanzada que pide entera tranquilidad para su conservación ». Todo el copioso expediente motivado por los memoriales y pla– nes del obispo dimisionario de Arequipa se cierra con esta cláusula, fruto de las averiguaciones realizadas por el Consejo: « La rnesa puede asegurar que las Misiones de capuchinos son tal vez las rnás bien servidas y desempeñadas, las que menos necesitan de reforma ni de visitas » 42 • El 11 de marzo de 1792 fallecía el P. Miguel en Madrid, soñando aún en un gran despliegue de centenares de misioneros capuchinos, bien formados y equipados, moviéndose conjuntamente en un frente espectacular desde las Guayanas hasta la península de la Guajira, con un mando central y una fuerza de reserva garantizada por toda una red de colegios de misioneros. El antiguo coronel del ejército de Italia no dejó de adivinarse ni un momento bajo el hábito capuchino. d) Los colegios de misioneros La Orden capuchina,. por tener encomendado cada territorio mi– sional a una provincia, no había sentido la necesidad de establecer los colegios de misioneros, que constituían el sistema normal en la Orden franciscana y, en menor escala, entre dominicos y agustinos. Pero en el período que nos ocupa, en parte por la dificultad en encon– trar religiosos penetrados del espíritu misionero, en parte por el hecho de que había provincias que debían atender a varios territo– rios, fue prevaleciendo la idea de tales colegios. Ya hicimos notar cómo los capuchinos se abstuvieron de hacer fundaciones en Améri– ca; sólo muy tardíamente fueron apareciendo algunos hospicios para enfermos y misioneros que iban de paso, como el de Cumaná para los aragoneses, el de Valledupar para los valencianos, fundado en 1782, el de Caracas para los andaluces, instalado en 1788. Eran co– munidades muy reducidas: un presidente con dos o tres religiosos, entre ellos un hermano enfermero. Los colegios o seminarios de misioneros, llamados también cole– gios de Propaganda Fide, agrupaban comunidades numerosas de sa– cerdotes que, mediante una exigente vida regular y una formación adecuada, se preparaban para trabajar entre indios, ya en las reduccio- 42 FROILÁN DE RIONEGRO, Misiones... , 139, 165s, 168, 205-210, 212, 243-252; Cartas y docu– mentos... , 40.
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