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450 LÁZARO DE ASPURZ y sustituirla por esta otra, que miraba al mismo tiempo al éxito de los conventos de perfecta vida común y de predicadores establecidos en España: « Que en todas las provincias capuchinas de España no se pongan en los estudios sino los coristas que lo pidan para habilitarse a ir de misioneros a las Américas, o a lo menos a los colegios de misioneros de España; o si ni aun a esto pudiesen habilitarse con la continuación de la perfecta vida común del noviciado, del coristado y del estudio, se habiliten a seguir toda su vida la perfecta comunidad, que vuestra Majestad ha querido se estableciese y conservase en su real convento del Pardo. Ya que, para ser puestos los coristas al estudio, todos o quasi todos pedirán de estudiar, no sólo lo necesario para decir Misa y confesar, sino para hacer Misiones entre fieles e infieles de España y América; y después de haberse habilitado a ello y haberlo pedido, ninguno podrá excusarse de hacer uno u otro ni de vivir en los conventos de perfecta vida común, habiéndola ya practicado más de 18 años en el noviciado, coristado y estudio. Pero sin esta resolu– ción de vuestra Majestad siempre faltarán operarios para tanta mies, no pudiendo, según la costumbre, enviar a las Misiones y a los Se– minarios los que no lo pidan o lo hayan pedido, ni quedarse en las Misiones de América los que no quieran estar más después de con– cluídos los diez años ». Apuntaba, pues, a una solución a fondo: elevar los ideales apos– tólicos de los sacerdotes jóvenes para que nunca faltasen vocaciones misioneras enteramente espontáneas y poner en manos de los superio– res algo que se parecía bastante al cuarto voto. Pero se trataba de un plan que afectaba a la estructura misma de la formación religio– sa; el Consejo limitóse a responder: « Son asuntos que pertenecen directamente a la disciplina monástica, y en nada de esto sería bien meter la mano sin contar primero con el General, porque puede haber cosas que se opongan al instituto de esta Religión ». El P. Miguel tuvo que resignarse a ver archivado su proyecto. Pero no duraría mucho tiempo su silencio. No había pasado un año y ya volvía a la carga el 11 de agosto de 1790. « Es necesario - decía - que vayan cuatro veces más misioneros que los que allí hay ». Y proponía que el rey diese orden de que se sacasen « a lo menos dos de cada convento de capuchinos de España ». En su ardor indo– mable, ofrecíase él mismo a volver una vez más, no obstante sus setenta y dos años de edad, investido de las atribuciones de visita– dor de las misiones; llevaría de «consultor» al P. Espera, el expro– curador antes mencionado, y de secretario de visita al P. Domingo de Villajoyosa. Con buenas palabras se hizo saber al suplicante que el rey mi– raba
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