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LA VOCACIÓN MISIONERA ENTRE LOS CAPUCHINOS ESPAÑOLES 441 ofrecer el sacrificio de la Misa y el de predicar la palabra divina en el sacerdote : « Es igualmente constitutivo esencial de nuestro sacerdocio el cargo de trabajar en beneficio espiritual de nuestros prójimos que el de celebrar el incruento sacrificio de la Misa..., y así como para celebrar no es necesaria especial o nueva vocación, después de ya ordenados, del mismo modo ha de entenderse no lo es tampoco para procurar el bien de las almas por los medios que a nosotros son posibles... ¿Qué diremos de los sacerdotes, y más especialmente de los predi– cadores que, habiendo recibido la potestad y el empleo de enseñar a los pueblos la doctrina cristiana y el camino de su salvación, la tienen sin uso alguno con evidente peligro de la perdición de muchas almas? Diremos que su pecado es manifiesto... ». Pero añade, después de insistir en lo grave de esta responsabi- lidad de dejar inactiva la gracia de la ordenación: « Confieso ingenuamente, no obstante lo dicho, que debemos esperar a ser llamados o escogidos del Señor para el apostólico ministerio... Mas esta vocación no es aquella singular y nueva que esperan los que son de este modo de pensar... No es precisamente necesario que Dios inmediatamente por sí mismo nos llame, como llamó a los Apóstoles; basta que por medio de nuestros superiores lo disponga... Tan acertada será nuestra resolución en toda empresa, siéndonos ordenada por nuestros legítimos superiores, como cuando fielmente sigamos en ella la clara divina inspiración con que seamos llamados, pues así en el uno como en el otro caso se nos manifiesta suficiente– mente la voluntad de Dios sobre nuestro destino; que es en lo que formalmente consiste la vocación verdadera ». b) « Otros, manifestando un gran celo de su salvación, exageran demasiado los muchos y graves peligros de perderla, que suelen ofre– cerse en tan penoso ejercicio ». Si al hablar así se refieren a los peli– gros temporales, tengan en cuenta que los padecimientos del cuerpo son inherentes a la predicación del Evangelio; la gracia de Dios no faltará y el premio será tanto mayor cuanto mayor haya sido el padecimiento. « Mas si estos peligros de que huyen son los espirituales, que conocidamente ofrece el trato inexcusable con aquellas bárbaras gentes: la falta de recogimiento, la escasa proporción para desahogar frecuentemente la conciencia y, sobre todo, la notoria decadencia en que, por relajación de los misioneros, se halla aquella nuestra pecu– liar misión, aunque no podemos negarles lo bien fundado de sus temores y la prudencia en parte con que se detienen, les diremos no obstante que la divina gracia, que para ejercer debidamente el minis– terio se nos concede, es sin duda muy superior en su eficacia a estos y los demás males ». Por lo que hace al estado de relajación en que se halla la misión, garantízales el provincial que se prepara en serio la reforma, como se lo ha manifestado de parte del rey el presidente del Consejo de Indias don José Gálvez; y precisamente para llevar a cabo esa refor– ma deben ofrecerse esos religiosos amantes de la observancia y del retiro. ·

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