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JAIME DE CORELLA ESCRITOR MORALISTA 375 la teología moral para negar su necesidad, le convencería de su error la evidencia de ejemplos como éste: « dificultosísima y arduísima cosa es para un labrador cultivar terro– nes, romper la dureza de la tierra con el asta de un rejón, y cortar las mieses en un ardiente estío; y no obstante su trabajo tan grave es pre– ciso y necesario su fatiga para comer un pedazo de pan » 114 • Abunda asimismo, dentro del peculiar estilo del P. Corella, el uso repetido de muy oportunas y bellas comparaciones. Aparte su in– dudable valor didáctico, las comparaciones tienen la ventaja de dar a la narración cierta viveza y dinamismo, muy de alabar en una cien– cia como la moral que ha de ser esencialmente vital. En ocasiones se trata de meros paréntesis, como cuando define la tonsura« cual ma– trícula de universidad donde se asientan los que han de recibir los gra– dos eclesiásticos » 115 • Otras veces son delicados símiles tomados de los fenómenos de la naturaleza. Ni obsta el que la materia a tratar sea abstracta y especulativa; siempre cabe poner airosamente en juego este eficaz recurso. Debemos señalar finalmente, como particularidad muy digna de mención en las obras del P. Corella, la introducción que hace a veces de modos de hablar y frases del pueblo. Y ello en orden a valorarlas moralmente. Parece como si el P. Jaime no perdiera detalle de cuanto observaba, y fuera tomando nota de todo, con vista a sus escritos de moral. Es así como tranquiliza a quien, pidiendo dinero prestado, se excusara diciendo « maldita la blanca que tengo »; « eso no es juramento ni execración, porque no cae la maldición sobre las personas, sino sobre el dinero. Ni tampoco lo es, por la misma razón, cuando se dice maldito el bocado que he comido, o apuesto las orejas » 116 • Y el caso tan de todos los días en las relaciones sociales « de tra– barse de palabras y decirse cuatro pesares», generalmente no es materia de pecado mortal; pues si bien« quede algún sentimientillo », no llega a « lo interior ». « Aquí entran algunas diferencias que suelen tener algunas mujeres con sus vecinas, sobre si se perdió la gallina, o si la otra la dice al– guna palabrilla a sus hijos; y estas diferencias leves y que no dejan odio en el corazón, ordinariamente son pecados veniales, no cruzán– dose palabras de mucho peso » 117 • 114 Conferencias morales I, 25 n.5. 11 5 Conferencias morales III, 392 n.9. 116 Práctica del confesonario I, 113 n.16. 111 !bid., 42 n.11. MMP II - 25

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