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370 VALENTÍN DE SOTO Los tratados vienen subdivididos en diversos capítulos, y sólo cuando la amplitud y especial dificultad lo exigen distingue en estos últimos distintas partes. En el curso de la exposición procede por medio de un diálogo entre el confesor y el penitente, tal como pudiera suceder en el con– fesonario. Fácilmente se prevé la dificultad de exponer por este medio toda la doctrina moral de un determinado problema, dado el carácter particularista de las acciones morales y la necesidad de acomodar el diálogo a un mismo penitente. Pero es justamente aquí donde brilla el genio y originalidad del autor, que sabe dirigir con maestría las preguntas, provocar dudas, fingir respuestas negativas o positivas, etc., tomando de cualquier detalle ocasión para ir tocando los diver– sos aspectos de las distintas cuestiones 95 • La exposición de las opi– niones dispares es, por necesidad de método, más bien breve; no se trata con todo de un mero elenco de sentencias; aduce generalmente los fundamentos de cada una y las razones que le deciden a optar por una u otra solución. En estos casos no siempre conserva la forma silogística rigurosa. Las Conferencias morales las divide asimismo en tratados, que hablando de los sacramentos, coinciden con cada uno de éstos. La materia de los tratados viene distribuida en diversas conferencias, con un tema concreto y determinado a desarrollar en cada una. Se abre cada tratado con una « prenotación previa », en la que se hacen notar las proposiciones condenadas por la Iglesia en los decretos de Alejandro VII, Inocencio XI, y Alejandro VIII, junto con las opiniones de algún modo comprendidas en los mismos. Y ello « pa– ra caminar por camino recto y dirigir las líneas por sendas seguras » 96 • Más interesante resulta la disposición de cada una de las conferen– cias. Precedidas tal vez de unas líneas de introducción, se distin– guen netamente tres apartados, « notandos » o « suposiciones varias », « conclusiones » o « aserciones », y « casos prácticos». En los « notandos » suelen incluirse las nociones y divisiones previas, se delimita el alcance del problema, y, si acaso, se preparan ya las conclusiones con algunas aserciones, que guardan cierto nexo con la cuestión de que se trata. Todo ello bajo las palabras introduc– torias: « Supongo lo 1, 2... »; o más raramente,« noto lo 1... », hasta seis o siete « notandos » como término medio. 95 Véase, por ejemplo, cómo se ingenia para explicar la noción de bienes parafernales: <( P. - Padre, acúsomc que a un hijo que tengo de otro matrimonio y padece a]gunas necesidades le socorro con algunas cosas de casa. C. - Y esas dádivas, con que V.M. socorre a su hijo, ¿son de los bienes parafernales? P. - Padre, ¿qué bienes son estos? C. - Esos bienes son los que, de más de la dote, trae la mujer al matrimonio, reservándose el dominio... » (Práctica del confesonario I, 130 n.190). 96 Conferencias morales II, 187.

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