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368 VALENTÍN DE SOTO la legislacion eclesiástica 83 , no eran nada nuevo ni siquiera enton– ces84. El iniciador de las mismas, en la orientación actual, había sido, antes del concilio de Trento, el obispo de Verana, Mateo Giberti; después, S. Carlos Borromeo, perfeccionado el método, las introdujo en su provincia eclesiástica en 1565 85 • Por influencia del gran refor– mador de Milán esta práctica se extendió rápidamente por Italia y Francia, recibiendo en este último país nuevo impulso en el siglo XVII merced a S. Vicente de Paul 86 • En el siglo XVIII era una prác– tica universal en toda Europa. El fin de estas reuniones, cuya frecuencia variaba según las dis– tintas diócesis, era doble: la santificacion y rejuvenecimiento espiri– tual del clero, y asimismo el habilitarse mejor para la administración del sacramento de la Penitencia, mediante la discusión de casos de conciencia 87 • Ateniéndonos a las de Pamplona, creemos que en Espa– ña debió quedar relegado a muy segundo término el aspecto ascético de las conferencias, siendo ante todo un medio para la formacion moral y pastoral del clero. En este sentido el P. Corella les concede gran eficacia : « persuádome son las conferencias medio poderoso para saber con facilidad » 88 • Él mismo propone el método a seguir en estas asambleas. Su sentido práctico le advierte que el secreto del éxito residía en que todos los asistentes participaran activamente, viéndose de este modo obligados a preparar sus lecciones. Y para ello, lo primero « será bien que no se señale quien ha de llevar la conferencia, sino que juntos ya todos se saque por suerte » 89 • Durante su discurso el po– nente no deberá ser nunca interrumpido, y sólo una vez terminada la conferencia « se hacen las preguntas, se proponen los casos, se opugnan las soluciones y se arguye » 90 • Propone aún que se guarde 83 Codex Iuris Canonici, can. 131. 84 Sobre la historia de las conferencias de moral, cf. G. SCHNEEMANN, S.J., Conferen– zen, in WETZER u. WELTE's Kirchenlexicon 2 III, col. 858-862; L. THOMASSIN, Ancienne et nouvelle discipline de l'Église, Bar-le-Duc 1864, 355ss; P.-L. PÉCHENARD, :études sur les Conférences ecclésiastiques, París 1896; Idem, Conférences ecclésiastiques, in Dict.Théol.Cath. III, col. 816- 828; etc. Conste el caso que apuntamos para la historia de las conferencias de moral en España, enteramente ignorada al parecer por los autores mencionados. 85 Ya desde muy antiguo, con especial florecimiento en el siglo IX, se tenían pare– cidas reuniones del clero; pero se trataba más bien de pequeñas asambleas locales con poder legislativo y judicial. se Entre los capuchinos se ordenaba en el Capítulo General de 1678 que se celebraran cuatro o cinco conferencias cada semana, principalmente en los conventos custodiales (cf. Collectio authentica ordinationum ac decisionum Capitulorum Generalium, in Anal.O.F.M.Cap. 7[1891] 134 n.11). 87 Cf. el programa de las conferencias de Milán, según el reglamento de S. Carlos Borromeo: PÉCHENARD, Conférences ecclésiastiques, in Dict.Théol.Cath. III, col. 818. 88 Conferencias morales I, ed. Valencia 1691, Prólogo. 89 !bid. 90 Conferencias morales I, 22 n.20.

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