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326 CORRESPONDENCIA DE LA M. ÁNGELES CON EL P. MARIANO que contemplaba, sobre todo en el acto del prendimiento, en casa de Caifás, en la cruz y en el sepulcro, no podía abismarme por completo en El, porque las ideas y especies de la visión del jueves precedían, lcompañaban y seguían a todos los misterios que contemplaba, so– bre todo la idea del parentesco y 9-:finidad que tienen las almas con Dios y aquel amar de Dio 9 Padre al mundo con el mi:smo amor con que ama a su Divino Hijo y al Espíritu Santo, etc., y la de la glo– ria y majestad y belleza infinita del Verbo Humanado en el cielo; cuyas ideas, aunque me parecía que me entretenían y divertían del objeto doloroso que tenía é!- la vista y contemplaba en los misterios de la pasión, me ayudaban mucho (así entendí después) a sentir más hondamente las afrentas y tormentos de Jesús ~n- su pasión y unirme con El, por el amor qlle dichas ideas producían en mi alma. Cuando menos tres veces la noche del Jueves al Viernes Santo se hizo Jesús presente a mi alma con N. P. S. Fran€isco en una forma que no le había visto nunca hasta entonces, y me llamó la atención, pues en Semana Santa no está nunca mi alma para ver ni contemplar a nin– gún Santo, por allegado que sea, sino -solamentt: a Jesús y a su San– tísima Madre. En la visión que refiero parecíame ver a Jesús Dios y Hombre verdadero en la forma que acostumbra a mostrarse muchas veces a mi .alma, pero en una especie de monte o soledad con N. P. S. Francisco, el cual, colocado a cierta distancia de Jesús, parecía unas veces seguir a Este por las laderas del monte donde se mostra– ban ambos a mi alma, y otras permanecer quieto, pero de pie delan– te de Jesús. Es.to era exteriormente, mas en su interior Jesús (que· ·representaba la edad que tenía cuando murió, aunque no estaba en la cruz), en su alma y en su corazón estaba sufriendo todas las penas y tormentos de su pasión, y N. P. S. Francisco, en su alma y cora– zón, sufría las misma~ penas que Jesús, en cuyo amor ·parecía que se abrasaba. Como yo estaba persuadicla de que este año no medi– taba ni contemplaba la pasión de Jesús ni sentía sus penas (como me parece que sufría otros años), por estar embebida en las ideas ·de la visión del Jueves Santo, en mi deseo deº que a Jesús no le faltase comgañía en el abandono en que le dejaron todos en su dolorosa pa– sión, le ofrecí el corazón y el alma de N. S. Padre, su compasión y su amor, y en unión de N. S. Padre me entregué toda a El, supli– cándole que me recibiera y reprodujera en mi alma y corazón los tor-

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