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XLIX. CUENTA DE CONCIENCIA, MARZO-MAYO 191 l 323 que a favor. mío didgía V. R. aquella mañana. Y, aunque no tuve el gusto de ver al Angel de su gu~rda, sí supe (no sé por qui~n) que V. R. estaba libre de clase y dedicado a Dios. . Se me olvidó,,, decir que mientras duró aquel sentir en mi alma las penas del SalvadQr indicado anteriormente, me pareció que· veía a Jesús sumamente triste y apenado, pero revestido de. un aire de Ma– jestad y Deidad infinitas, en la forma que me figuro~estaría en Beta-: nia en casa de Marta y María los últimos días de su vidá mortal. Y al mismo tiempo que me parecía ver a Jesús en la forma indica– da, sentía su divina presencia en mi alma, la que me parecía ver tan· , estrechamente unida y abrazada con Jesús, que se comunicaban ,'), • elia todas sus penas y amarguras, cual si Jesús y mi alma no fueran dos seres distintos, sino uno solo. · ·El Jueves· Santo, a las tres y media [de la tarde] próximamente, salí al claustro alto con objeto, primero, de tomar un poco de aire, porque me sernía mal, efecto sin duda de las luces o falta de ventila– ción que había ,en la iglesia y coro ; segundo, porque hacía rato que me sentía llamada de Jesús desde el cielo y me sentí con deseos de ir al claustro a contemplar el firmamento o no sé qué ; y salí del coro y me fuí allí. Apenas fuí al claustro, ,~omencé a sentir no sé qué co– sas ; el hecho es que, fijando mis ojos '~n el firmamento (los _del cuer– po, se enJiende), con los del alma vi lo siguiente: _Vi a Jesús en una región de luz ~ladsima, que se elevaba sobre fl firmamento, y que parecía el cielo, con mucha majestad y gloria, gozando delicias ine– fables y ·ansioso de comunicar a las almas todas, y a .la mía en par– ticular, aquella gloria y beatitud divina de que goza su Humanidad Santísima en el cielo por medio de una como manifestación o reve– lación .de aquella misma gloria y beatitud que goza y la participación de su infinito amor. Mostrándome luego I al Padre, su origeff divino, y la excelencia y dignidad de su Divina Persona H um~nada para que comprendiera m'ejor la grandeza del amor d1vino, la incomprensible caridad de Dios. Por medio de una leve insinuación, me significó lo. siguiente: Así amó Dios al mundo, que le dió a su Hijo Unigé– .qito; así.amó Dios al mundo, que le <lió al Espíritu Santb; así amó Dios al mundo, que le <lió a su Santísima Madre ; así amó Dios al mundo, que se dió a sí mismo. Y amó Dios de esta suerte al mun– do, porque el mundo es ·suyo, como lo es mi Sant{sima Madre, como

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