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320 CORRESPONDENCIA DE LA M. ÁNGELES CON EL P. MARIANO sus congojas, angustias y tristezas al ver frustrados sus designios de amor por la mala voluntad de unos y la falta de correspondencia de otros y el poco o ningún aprecio que hacían de El la inmensa mayo~ ría de los hombres, por cuyo amor había descendido del cielo a la tierra y se entregaba a la muerte. Al revelarme Jesús y recordarme estas y otras muchas penas, que había sufrido en silencio dentro de· su corazón, me hacía ver que experimentaba un consuelo muy grande eu contarme sus penas, y que le servía de desahogo esta manifestación de los sentimientos y tristezas de su corazón ·a mi alma; que yo para su Majestad Divina era como una casa de refugio y descanso, una amiga y confidente de sus penas, pues aunque tenía muchas almas que le aman con de– lirio en el Tabor, no en el Calvario ; muchas que le pedían que se entregase todo a ellas, pero pocas que se entregasen a El sin reserva para cuanto quisiera hacer y disponer de ellas ; y, por consiguiente, pocas también que se hiciesen dignas del amor y 2onfianza de su Majestad, pues no podía confiar sus trabajos, sus tribulaciones, sus penas ni los secretos de su Corazón sino a las almas que sufren y padecen con El y como El, y no puede hacer sufrir en El y com_o El a las que no se entregan a El sin. reserva y quieren ser tratadas como niñas, sfompre con cariño y que no se las niegue ni disguste en nada. Algunas cosas más me indicó Jesús acerca de la libertad y confian– za con que me ha tratado y probado mi cariño y virtud con penas y tribulaciones desde mi infancia, la predilección de que (por esto y otras cosas) me ha hecho objeto por parte de El y de su Eterno Pa– dre, etc., etc. Al indicarme esto se renovó en mi alma el sentimiento de las gravísimas ofensas que he inferido a Jesús, que me indicaba ser yo su descanso y consuelo, etc., con mis enormes culpas; pero Jesús me consoló ... Y haciéndome ver una vez m_ás lo mucho que se consolaba en comunicarme sus penas con la confianza que un padre a su hija, un esposo a su esposa, y un amigo a su íntima amiga y un sér atribulado· a otro muy querido que padece las mismas penas, etcétera, y que yo era para El lo que ya me había indicado y mucho más, me dejó consoladísima con ardientes deseos de padecer y muy alentada y animada para sufrir lo que me esperaba aquella tarde, y venía sufriendo hacía ya dos días. Continuó Jesús visitándome o haciéndose presente a mi altna en

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