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318 CORRESPONDENCIA DE LA M. ÁNGELES CON EL P. MARIANO 13 .-Y, por último, gozaba también de la vista y presencia de Jesús no sé cómo ni de qué manera, mejor dicho, lo que no sé es ex– plicar. Me refiero a las ví_sitas que indiqué· me hizo Jesús, el Dios Humanado en el tiempo que refiero. I;a primera vez que se hizo presente a mi alma por medio de esta especie de visitas (se entiende a fines de marzo, que antes de ahora ya me había visitado bien de veces) me indicó que v~nía a preparar– me, como acostumbraba hacerlo siempre que tenía que padecer algún trabajo por su amor, para la tribulación que estaba próxima a mí. Y así lo hizo con el agrado y bondad propias de un Dios Padre, todo carifio, todo bondad. Me alentó mucho, y llenó mi alma de ardientes deseos de imitarle, sobre todo en padecer humillaciones y desprecios por ·parte de las criaturas, y todo género de molestias por parte de las mismas, recordándome lo que me había revelado, etc., etc., el afio 1901, me parece, un día que en la misma forma y con el mismo fin se había hecho presénte a mi alma en nuestra celda en ocasión que una religiosa me estaba alabando con los labios y despreciándome con su corazón y juzgando de mí lo que no era y sintiendo todo lo contrario de lo que decía (1). La segunda vez fué para ponerme al corriente de la naturaleza de los sufrimientos que me ésperaban y de dónde me vendrían y alen– tarme utJa vez más a padecer. La tercera, para ponerme en conoci– miento de lo que se juzgaba y hablaba de mí, etc., en el confesonarío y se juzgaría y hablaría más tarde fuera del confesonario. La cuar– ta, a contarme las penas y amarguras sin cuento que había devora– do en silencio su Corazón mientras vivió en· este mundo, comenzan– do desde sus más tiernos años, a causa de la ingratitud y falta de correspondencia de los hombres a su infinito amor a ellos y despre– cios que recibió de los mismos, y animarme a padecer por El en el mismo sentido, indicándome la necesidad de padecer las mismas hu– millaciones, los mismos trabajos que su Majestad, para conocer ple– namente, en cuanto es posible a una criaturá, no sólo sus •padeci– mientos físicos y morales, sí que también los sentimientos de su Co– razón, sus virtudes y la extensión y nobleza de su infinito amor al (1) Al relatar en su Autobiografía, p. 216 y sigs., los acontecimientos de su vida ocurridos el año 1901, no describe concretamente ningrnna visión que pueda identificarse con la que aquí se indica.

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