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310 CORRESPONDENCIA DE LA M. ÁNGELES CON EL P. MARIANO seo fuí al confesonario la primera, segltnda y tercera vez que me con– fesé el 25 y mañana del 26 ; pero salí con la misma necesidad que sentía de humillaciones y con más ansias y mayor sed de sufrir en este sentido. Era que mi alma ansiaba morjr para glorificar a ?,que! Dios de amor a quien estaba unida y en quien gozaba lo que no se puede decir, mediant~ una destrucción o aniquilamiento total, abso– luto de su propio· sér. Y a indiqué a V. R. algo sobre la necesidad y deseo de humillaciones, pero no me humilló· (no sé por qué motivo). El dfa 26, por la noche, cuando entré en el confesonario después de la plática, hecha la acusación de las .faltas, me preguntó qué había tomado para mí de la plática que hab1a dirigido a la Comunidad. Le dije que todo y nada: todo, porque veía _en mí (en un pasado) todos los defectos que había indicado y reprendido ; y nada.. porque no estaba mi alma para pensar en otra cosa que en Dios y en su Unigénito Humanado; por esto, lo único que cogí de la pló.tica foé el «Así amó Dios al mundo, que le dió a su Hijo Unigénito», que tuve el gusto de oírle repetir en ella. Empezó luego a hablarme del· misterio de la Encarnación, y lo mismo fué oír hablar de esto que perder el uso de los sentidos y miembros a causa· de un sumo que– branto de fuerzas o no sé qué que sentí y abismarme en Dios y en su Hijo Unigénito. Mas aunque no ten_íá facultad ele usar de mis sentidos ni realizar un solo acto por motu proprio con las potencias del alma por haberme perdido en Dios, sí le oí todo lo que me dijo, no en el confesonario, sino en una región o mundo misterioso en que parecía haberse transformado el confesonario. Durante la primera suspensión de potencias y sentidos que experimenté, me pareció ver delante de mí a la Santísima V.irgen bajo el símbolo, primero,· de un templo ; segundo, de un tabernáculo, y tercero, de un altar, pero todo de fuego, cuyo templo, tabernáculo .y altar se convirtieron en un volcán de fuego, en cuyo centro vi colocado al Niño Dios en forma bellísima. y ardiendo en .amores divinos,. y en Jesús Niño a todo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Al mismo tiempo que veía esto ante mí, parecíame ver colocado a un lado del volcán que ardí-a ante mí, a mi izquierda, a Jesucristo, no en forma de niño, sino en su mayor edad, vestido de una especie de túnica,. el cual tenía mi corazón en sus manos Y,. sih soltarlo de ellas, lo metió en el volcán de fuego que ardía, donde se perdió y desap·areció, no sé si confundido con

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