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296 CORRESPONDENCIA DE LA l\L ANGELES CON EL P. MARIANO o~asión, pues yo así se lo había pedido a Jesús. Y veo que mi peti– ción fué oída y despachada por el Señor ·favorablemente, a lo que no habrán contribuído poco _las fervorosas oraciones de mi Padre, a quien pedí por coadjutor en la empresa de la conversión, o mejor dicho, del despojo de la voluntad de mi queridísima Sor N ., ¿ no es verdad? · · 4.-Mas así como yo recojo el fruto de sus oraciones, en ésta es mi deber presentar a V. R. el de mis• consejos, y éstos se los pre– sento en la carta que con fecha 2 del actual dirigió V. R. a Sor N ., cuya carta le re~ito con súplica humilde de que me la devuelva. En ella verá con qué puntualidad ponen mis hijas en ejecución mis hu– míldes consejos, pues no hace veinticuatro horas que p;·eguntada por una de ellas si V. R. me trata de hija y contestándole que no a mí, sino a ellas d.ebe V. R. darlas ese tratamiento, etc., y que no le deja– sen en paz hasta conseguirlo, y que entre tanto en sus cartas dirigí- . das a ellas en lugar de «V. C.» leyesen «hija mía)), pues quién sabe si esas dos letras querrán decir esto en algún idioma que nosotras no sabemos, ya han emp~zado a ponerlo en práctica, sustituyendo Jas palabras «hija mía» en lugar de «V. C.,, ¿ Ve qué obedientes son? i Pobrecillas ! ¡ No las mortifique tanto! Ya es tiempo que las trate de tú, puesto que ellas no reconocen fuera de Dios .otro Padre que V, R. j Cuántas gracias debo a mi Dios que para facilitarme la di– rección inspira a: la comunidad esto_s sentimientos de filial confianza y cariño hacia V. R.! ¿ No reconoce en esto la mano de Dios y la singular providencia que tiene conmigo? Y o sí, y le bendigo ínil veces por ello. Y para que se convenza más, le diré que Sor N. no se explica cómo ella no ha podido encontrar jamás tranquilidad nj dejar de sufrir por mí, o sea por motivo de mi direccióri espiritual, hasta que me confié a la digna dirección de V. R., cuando--dice'-– quedó completamente tranquila sin comprender el misterio, pues hasta ahora rio.ha sabido qtie no me dirigía con el Sr. Deán, en cuya dirección, lo mismo que en· la del P. Andrés, temía fa perdición de mi alma, según me indicó siempre. ¡ Qué cosas hace Dios ! Sin eluda que ni el uno ni el otro era mi Padre, y por esto no estaba segura mi .alma en sus manos. Su hija pecadora, que le am_a de todo corazón, Sor Angeles Sórasu.

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