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GARTA XLIV, 25 ABRIL r9r I 2 79 suma, pero triste, y que refiriéndose a ciertas religiosas (de las ma•• yores) allí presentes, decía: «Tanto tiempo ha que estoy con vos– otra; y aún no me habéis conocidon. Al mismo tiempo que en el coro se me dejaba ver Jesús en el capítulo, refectorio y en todo el convento en la misma forma y repitiendo las mismas palabras ; pero las religiosas a quien se dirigía con estas palabras no le oían ni le entendían. Dirigiéndose luego a. mí, me indicó que aquellas religio– sas le habían echado de casa repetidas veces y querían volver a echarle una vez más y cerrarle las puetras por las cuales tenía de– terminado su Majestad entrar en la comunidad para colmarle de gracias y favores. Y me descubrió el secreto encerrado en esta indicación, o sea cuán– do y cómo le habían arrojado del convento y querían arrojarle ahora, etcétera, etc.; y aparentó recurrir a la pobreza de mi alma por auxi– lio y defensa en su deseo de permanecer en nuestra casa, donde me indicó tenía sus complacencias. Maravillada de ver a Sor N ..com– prendida en el corto número de religiosas que trataban de echar a Jesús del convento por no conocerle, dije· a su Majestad a ver cómo no se daba a conocer a upa religiosa que trataba tanto con él en la oración y protestaba amarle más que ninguna, para que no le echara de casa. A lo que me contestó el Señor que su Majestad gustaba entrar en las almas, y lo mismo en las comunidades religiosas, bajo distintas fases para conseguir los diversos fines que se propone .en estas visitas, etc. ; que por esto lo primero que exige de las almas, que quieren ser muy suyas y hacerse dignas de sus divinos favores, es el despojo o desnudez del propio criterio y de la propia voluntad para que sin dificultad le reconozcan y reciban y tengan en sus almas y en la comunidad bajo cualquier signo o fase que se presente a ella ; pero que Sor N. no se había despojado todavía _del propio cri– terfo y voluntad y que por esto no _podía darse a conocer a ella más que eh la forma que ella quería, y por no conocerle le echaba de casa y le impedía entrar en ella, como acababa de indicarme. Me sentí inclinada a hablar a dicha religiosa y sacarle de .aquel estado de ig– norancia ; pero temiendo hacer más daño que bien con mis adver– tencias, propuse callar y decírselo a V. R. para que procure conso– lar a fesüs en la afliccion que me mostró que sentía por la falta de abnegación de esa predilecta esposa suya.

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