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276 CORRESPONDENCIA DE LA 'M. ÁNGELES CON EL P. MARIANO visto obligada, aunque con. sentimiento, y sentimiento grandísimo, a separar o apartar de la masa de la comunidad ese veneno antes que produzca la muerte, pues si Dios ha velado sobre mí y sobre la comu– nidad para que no hicieran el dañ('} que pretendían, no lo hubiera hecho en adelante, pues no era voluntad del Prelado n.i de la co– munidad tener en el nóviciado esa peste, era obra de mi compasivo corazón, que quería ganar esas dos almas a costa de sufrimientos; pero no han querido ellas, sino que se han empeñado en constituir entre las dos la cruz de la comunidad. ¡ Que Dios Nuestro Señor y Nuestra Purísima las asista y ampare y libre· de todo mal ! Dos fines principalmente pretendía ahora el demonio por medio de las mencionadas religiosas : 1.º, echar por tierra el prineipio de autoridad y, con ella, la paz y unión de la comunidad, para estable– cer en su lugar la discordia y el reino de Satanás; 2. 0 , privar a mi alma del grandísimo •bien y bienes que posee en la dirección actual. Si estos dos fines hubieran sido privarme de la vida del cuerpo, etcé– tera, etc., me hubiera importado poco, y tal vez le hubiera dejado salir con la suya; pero privarme de la dirección de V. R. y deste– rrar la paz de la comunidad, ¡ah!, esto no; mil veces morir antes que permitir semejante cosa. Por esto, el infeliz se ha quedado peor que \ lo estaba antes. ¡ Pobrecillo, vaya una paliza que le han dado ! Pensó echar a Jesús de casa para venir él a ocupar su lugar, y al entrar por las puertas le dieron con ellas en los hocicos para que se escar– mentara y no volviera más por aquí ! ¡ Cuánta verdad es que Dios de los males saca, bienes ! Pretendió entrar en la comunidad por el confesonario y locutorio por medio del P. Confesor, y Dios Nuestro Señor ha dispuesto que este, desengañado y arrepentido de lo que hizo, sea ahora el primer defensor de la Superiora, celador de la paz común y todo lo contrario que el demonio pretendía. Y no con– tento con esto, se ha hecho de la comunidad un escuadrón de va– lientes soldados que defienden, aun a costa de su vida, si es preciso, el principio de· autoridad, y velen por mi bien espiritual y aun cor– poral. Y en cuanto a la dirección de que quería privarme, todas a una están trabajando por asegurarme. este bien para toda mi vida. ¡ Que cosas• hace Dios ! ¡ Y qué gracias tengo que darle por la pro– videncia tan_ singular que me dispensa! Para dos religiosas que han proyectado hacerme guerra sin reflexionar en ello, me ha dado el

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