BCCCAP00000000000000000000852

262 CORRESPONDENCIA DE LA M. f\NGELES CON EL P. MARIANO ple .niño, seducido por las palabras de cariño y confianza de dicha religiosa, tenía con ella otro desahogo. Pensé que la tempestad me tocaría sólo a mí y por esto y porque deseaba sufrir, cuando fuí a confesar, no quise hablar nada, ni .una sola palabra con -el Padre fuera de la confesión de mi~ faltas, ni tampoco con las religiosas, para evitar que éstas creyeran lo que no es. Pero vino el Padre al día siguiente p¡tra dirigir una plática a la Comunidad ; y en ella, en la plática digo, me tiró por el suelo, púes todo fué contra mí. Hizo una como invitación a las religiosas a mirar por el bien de la Comunidad y hacerme las observaciones que en su· prudencia estimaran conveniente, corho si yo ofuscada estuvie– ra obrando mal y haciendo daño a la Comu.nidad so pretexto de bien, no por malicia sino por ofuscación mental. En cuanto a mí, estaba ml!y contenta en quedar tirada por el suelo, como me dejaba y mucho más,• porque deseaba sufrir y aquel mismo día había recibido especiales consuelos de Jesús para que me alentara a padecer a su imitación ; pero m~ pareció ,ver al demonio en formá de un lobo feroz, que vestido de piel de oveja pretendía in– troducirse en el rebaño de la Comunidad por medio de Sor N. y del confesor para· echar por tierra la observancia y hacer otros mil estragos. Vacilé un momento si llamar al. Padre al confesonario para ponerle en conocimiento del daño que con aquella plática haría en la .Comunidad, etc., etc., o callar.· Mi deseo de- sufrir me inclil)aba a 'estQ último, pero la caridad, lq compasión que me inspiraban las religiosas, que veía sufrir, y el celo del bien de la Comunidad me obligaron a llamar al Padre al confesonario, terminada la plática, y hablar, no en defensa mía, sino de la observancia regular, que con su plática dejaba en un estado muy peligroso. Fuí al confesonario y le dije que me había disgustado mucho, muchísimo, su plática, que había abierto con ella puerta franca a la relajación, que había hablado mal, apoyado a las relajadas, prote– gido a la malicia y echado por tierra la inocencia ; ºy que esto yo no lo podía consentir. Quería decirle que todo lo que había dicho en contra mía y la observancia, etc., lo había hecho por desahogar su resentimiento contra mí por el cambio de dirección, y que esto mis– mo y la malicia de la religiosa que se había servido de este flaco suyo para hacer de las suyas en la Comunidad, era también la causa

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz