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4 CORRESPONDENCIA DE LA M. ÁNGELES CON EL P. MARIANO nldad Beatisima de acortar más las distancias que les separaban, ele– vándola a un grado más íntimo de unión. Y el alma, anonadada ante semejante dignación, se querella amorosamente con su Dueño y Señor y le conjura a que mire por su honor y no se rebaje, estrechando en más •Íntimo abrazo aquel ser de pecado; pero ante las repetidas insi– nuaciones se somete al divino beneplácito y acepta estremecida. Mas he aquí que entonces, sin dar a conocer el porqué, Dios Nuestro Señor corta la corriente de sus comunicaciones y el alma penetra en un lugar oscuro y lóbrego como úna mazmorra y se pierde en un labérinto de confusiones. Mirando a sú vida pasada, termina por creer que los favores recibidos han sido una ilusión. un engaño, y las divi– nas comunicaciones, fingidas por ella misma. Las tinieblas se van haciendo cada vez más densas en su entendimiento; la tr.ibulación se agiganta; el enerri,igo redobla sus diabólicas sugestiones; y la pobre alma, violentamente agitada por las penas del espíritu, como barquilla abandonada en deshecha tempestad, se persuade de lo ilusorio de su estado de gracia y de la triste realidad de su vida pecaminosa. A· pesar de todo, el alma acepta con perfecta resignación y hasta con entusiasmo los más crueles sufrimientos, que considera como cas– figo justo de sus pecados; y generosamente se ofrece a padecer. éstos y aim otros tormentos más atroces hasta la hora de su muerte, con tal de consolar a Jesús paciente, que expía los delitos de la humanid.ad prevaricadora. De cuando en cuando las claridades divinas rasgan. las densas tinie– blas que la envuelven, haciéndole ver el buen estado de su es,píritu. y comunicándole algún sosiego. Pero son fulgores demasiado fug{lces para tranquilizarla completamente. El Verbo ·del Padre, enojado por .los pecados del mundo, le hace .ver inminente el castigo divino! y la requiere para que aplaque su justa cólera. Y el alma, profundamente hiimillada en el polvo de su nada y pecado, se ofrepe,no sólo a resarcir los agravios y ofensas que los pecadores infieren a Jesús, sino. también a recibir ella todas las tentaciones con que los demonios del · infierno quieran inducirlos al mal. Casi respqndiendo a este llamamiento, el enemigo infernal multiplica sus ataq-ues; las criaturas participan de mil maneras a esta impetuosa ofensiva; el alma se .ve sola y abandona– da en lo más recio de la pelea. Olvidándose por completó áel generoso ofrecimiento que a esta bor-rasca precediera, fos tormentos, que antes

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