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CARTA xx:xv1, I l MARZO 191 I mi pecho hacia el mismo Dios, no sabiendo qué hacer ni qué decir, pues nada me satisfacía sino ver a Diós rico, santo, feliz, fijé una cariñosa mirada en el principio sin principio de donde proceden las procesiones divinas en el mismo Dios, y allí vi lo que no sé decir : un Dios hermosísimo produciendo un ser que no se podía mirar sin embelesar ; y a este Dios Padre e Hijo produciendo al Espíritu Santo tan hermoso, tan divino que no podía mirarle sin deliquio, y tuve que estar muy sobre, mí pára no prorrumpir en suspiros y voces, . porque no podía sufrir mi alma aquella hermosura tan divina, y lo que es más, a este Dios, tan hermoso con su mirada fija en mí alma:, con su rostro vuelto hacia mí, como si cifrase sus delicias en qu~ yo le contemplara. , No paró la cosa aquí; pero frago punto final porque me canso de tanto e.scribir y porque lo demás que se relaciona con la Santa Humanidad del Verbo y su Divi'na Madre, que son los seres m~s hermosos que produce Dios fuera. de sí· mism0 y objeto de ini espe– cial cariño, ya puede adivinar V. R. lo que ·sería y lo que es y los efectos que su vista produciría en mi pobre alma. Bendito sea Dios, que me. ha hecho tan pobre y pecadora ·(1); y bendita po– breza y desnudez absoluta de bienes propios, que tantos bienes aca- rrea a mi alma! · 6.-He aquí mi desierto ; he aquí mi libro sfempre abierto para foer continuamente en él, y con tanto gusto que no puedo leer en otro 'ni pasar hojas en el mismo, pues no me sacio de leer y ·releer siempre io mismo, esto es: Dios, el Verbo, el Espíritu Santo, la Santa Humanidad de Cristo y_ su Divina Madre en el momento pri– mero de su existencia en el mismo Ser de Dios. Repetidas veces he intentado pasar adelante en mi afán de leer todo el libro; pero hasta Ta fecha no he podido ; veremos a ver si pasada la fiesta de la En– carnaci6n puedo dar un salto a la Pasión para leer en él siquera de paso y co.n condición de volver otra vez a las primeras páginas ·del libro para leerlo todo con rel~tiva calma y con. fruto. (1) •«El iipice de la humi:tdad-.::.dice S. Frnncisco de Sales-consiste -en reco– nocer de buen grado nuestra propia abyección, amarla y -cornplaoerse en ella, ,no por fafta de valor y generosidad, sino más bien para magnificar la Divirra· Ma– jestad y apreciar más al prójimo al compararlo con 1nosotros.)) fntroducd6n a la 'IJida devota, Parte III, c.•. 6. Del .mismo Santo Doctor es estotra sentencia: c<¡Ben– ~litas imperfocciones, que nos hacen conocer nuestra miseria y ejercitar fa hu– mil<lad !ll · ITINERARIO MIST!CO J8,

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