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CARTA XXXVI, I I MARZO 191 I 2 49 Esto último en mi Dios y mi Purísima :Madre, pues en mí no tengo más que pecados y miserias y, por consiguiente, nada por qué ale– grarme. A esta paz y alegría se agrega ahora otra no menor con la proximidad de la solemnidad de la Encarnación del Verbo y h1 venida de 1i1i Padre Espiritual, que tanto ai110 en el Señor. De aquí que estoy que reviento de contenta y el corazón me salta de placer ¡ Cuán bueno es Dios para esta miserable pecadora ! Un día, a los pies de .la Santísima Virgen, después de un largo rato de oración, estando í-ogando a esta Divina Señora diese a V. R. un corazón de padre, de un padre divino para conmigo para que me quisiera y se interesara por mi bien, .no obstante ser la que soy, tan pobre y miserable, tan pecadora y despreciable en: todos conceptos, me ocurrió el pensamiento que V. R. estará cansado de mí y muy disgustado conmigo al ver que continúo siendo tah peca– dora como ante~ de confütrme a su digna dirección, que no hago más que molestarle con el relato de mis pec;ados, miserias y calami– dades, pues otra cosa no tengo que contar; y que por esto y por– que nó puede sacar nada de provecho ni esperar cosa buena de cria– tura tan miserable como yo, cada vez que recibe carta mía sufririt un disgusto, y para leerla se tendrá que preparar con una_ oración especial para no perder la paciencia, etc., etc., etc. Quise afligirme, más que por verine tan pecadora y misetable, por ser para V. R. un wntinuo· motivo de aflicción, ·cuando quisiera yo ser su consuelo en esta vida y su corona en el cielo, si ser pudiera, pues a esto y mucho más me obliga su gran caridad y .cariño filial. Mas un deseo vehemente de humillarme, que me hizo abraza1· y estimar como 'un tesoro divino mi propia miseria y ruindad y no querer ni desear po– seer nada bueno en mí sino en Dios y solamente en Dios, no me dejó entristecer, antes bien me produjo tal contento y alegría que no lo pocHa sufrir. Procuré reprimir :aquel ímpetu de alegría, recordando que el pecado es opuesto a Dios, y que estando yo ·uena de pecados debía afligirme y. no dejarme llevar de aquel iúbilo y alegría falsa. Pero no pude, porque un amor intenso que sentía en mi alma ha– cia mi Dios y mi Purísima Madre me enajenó de mí, y presentán– dome delante la santidad increada, infinita y divina de mi Dios y · la pureza sin mancha de mi Inmaculada Madre y 'las riquezas de gra– cia y gloria que estos dos Seres tan queridos de mi alma poseen, me

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